El Producto Interno Bruto (PIB), definido como el total del valor de los bienes y servicios producidos por una economía durante un año, no depende solamente de aspectos como los recursos naturales, la infraestructura o el capital financiero. De hecho, ninguna de las anteriores dimensiones supera en importancia al factor número uno de todos para explicar el desarrollo económico de una nación: las capacidades de las personas que la habitan.
El crecimiento económico a largo plazo del producto interno bruto (PIB) de un país está fuertemente determinado por las habilidades de su población. Se estima que, aproximadamente, un 75% de la variación en el crecimiento del PIB per cápita de una sociedad puede explicarse por los resultados de las evaluaciones internacionales en habilidades cognitivas, matemáticas y ciencias de sus estudiantes (Hanushek & Woessmann, 2021).
El valor agregado de los bienes y servicios que se producen depende ampliamente del conocimiento. Los países que obtienen mayores ganancias no son los que producen materias primas, sino los que las transforman y les agregan valor con sus conocimientos. Entender que el conocimiento es costoso, pues implica grandes inversiones de tiempo y recursos, es particularmente crítico para las economías en desarrollo, como es el caso de Costa Rica.
Estas diferencias entre países también se pueden observar entre individuos. Cuando se invierte en programas de educación preescolar de calidad y se compara entre niños que los recibieron con respecto a sus pares que no los tuvieron y se analiza cuando ambos grupos son ya adultos, se estima que la diferencia de ingresos entre el primer grupo y el segundo es de un 25% a favor del primero (Gertler et al., 2014).
Aunque Costa Rica invierte porcentualmente más que sus vecinos en educación, el monto que invierte por estudiante es mucho menor al promedio de la OCDE, debido a que el PIB per cápita costarricense es significativamente menor al de la OCDE, razón por la cual la cantidad de dinero por estudiante ofrece un mejor comparativo que la proporción del PIB. Por ejemplo, mientras que Costa Rica invertía en 2019 un monto de $5.399 por estudiante en primaria y secundaria, en Chile el monto era de $6.639 y el promedio de la OCDE era de $10.316, es decir, que el promedio de la OCDE casi duplica el gasto por estudiante en Costa Rica.
Cerca de una tercera parte de las personas menores de edad viven en situación de pobreza en Costa Rica, lo cual compromete seriamente el cumplimiento de sus derechos y afecta su desarrollo integral a largo plazo de forma grave, tal como lo sugiere importante evidencia científica reciente (Chaverri Chaves, 2021). De acuerdo con datos de la OCDE, la situación socioeconómica explica el 16% de la varianza en el rendimiento en lectura en Costa Rica, mientras que el promedio de la OCDE es del 12%. Es decir, que el impacto de las desigualdades socioeconómicas en el rendimiento académico en lectura es cuatro puntos mayor en Costa Rica que en toda la zona OCDE.
Nacer en pobreza tiene un alto impacto en el desarrollo cognitivo posterior del niño. Sin embargo, un solo episodio de pobreza, incluso si es precedido y seguido por estados de no pobreza, también deja un impacto significativo en los puntajes en pruebas cognitivas. Para los niños que están persistentemente en pobreza durante sus primeros años, sus puntajes en pruebas de desarrollo cognitivo a los 7 años son significativamente más bajos que los de niños que nunca han experimentado pobreza (Dickerson & Popli, 2012). Esto es crucial, porque el
desempeño global de un sistema educativo está fuertemente influido por sus niveles de equidad e inclusividad, algo que requiere una robusta inversión en programas de asistencia, protección y apoyo socioeconómico y psicosocial, en conjunto con programas académicos de alta calidad.
En pocas palabras, la inversión en educación se paga a sí misma y los recortes en educación se terminarán pagando demasiado caro, especialmente por parte de los niños más pobres.
Referencias científicas citadas
Chaverri Chaves, P. (2021). La educación en la pandemia: Ampliando las brechas preexistentes. Actualidades Investigativas En Educación, 21(3), 1–22. https://doi.org/10.15517/aie.v21i3.46725
Dickerson; A. & Popli, G. (2012). Persistent poverty and children’s cognitive development: Evidence from the UK Millennium Cohort Study. Department of Economics, University of Sheffield. Centre for Longitudinal Studies, Institute of Education, University of London, ISBN 978-1-906929-39-8.
Gertler, P., Heckman, J., Pinto, R., Zanolini, A., Vermeersch, C., Walker, S., Chang, S. M., & Grantham-McGregor, S. (2014). Labor market returns to an early childhood stimulation intervention in Jamaica. Science, 344(6187), 998-1001. https://doi.org/10.1126/science.1251178
Hanushek, E. A., & Woessmann, L. (2021). Education and Economic Growth. En E. A. Hanushek & L. Woessmann, Oxford Research Encyclopedia of Economics and Finance. Oxford University Press. https://doi.org/10.1093/acrefore/9780190625979.013.651
Heckman, J. J., & Mosso, S. (2014). The Economics of Human Development and Social Mobility. Annual Review of Economics, 6(1), 689-733. https://doi.org/10.1146/annurev-economics-080213-040753
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