Alexander von Humboldt y el canal interoceánico centroamericano
Foto de cortesía

El canal interoceánico centroamericano, aquella deseada vía de comunicación que uniera finalmente Oriente con Occidente por el río San Juan, ha sido un proyecto ilusorio que se ha imaginado durante más de cuatro siglos en ese borde fronterizo entre Nicaragua y Costa Rica.

Señalar los aportes de Alexander von Humboldt en la construcción imaginaria de dicha empresa es el propósito de esta nota. Sin embargo, antes de revisar las contribuciones del explorador y científico alemán sobre este proyecto, es conveniente revisar los antecedentes para establecer un contexto más preciso alrededor de este tema.

Un codiciado estrecho

Desde que, entre muchos otros desvaríos por conquistar las rutas comerciales, en el año 1513 Vasco Núñez de Balboa logra finalmente atravesar el istmo que se interponía entre los dos hemisferios en los cuales se pensaba el mundo en el siglo XVI, se consideró el río Chagres en la franja panameña como un posible paso entre el mar del Norte y el mar del Sur (imagen 1).  Sin embargo, otros intereses coincidían en que las posibilidades de navegación por el río San Juan, o el desaguadero, representaba un estrecho dudoso mucho más favorable para dicha empresa, ya que también el lago de Cocibolca y la pequeña franja que lo separa del mar del Sur facilitaban las posibilidades de transporte marítimo 

El primer documento del que se tiene información sobre esa posible ruta de tránsito es un documento del año 1620 escrito por Diego de Mercado que se titula “Relación de los puertos de San Juan del Norte y San Juan del Sur, de la laguna de Granada y el desaguadero, dirigida a Su Majestad el rey don Felipe III”

s necesario recordar que en aquellos siglos la codicia de los navegantes, corsarios y piratas de nacionalidades diversas como los portugueses, holandeses, franceses, españoles y los ingleses, aliados con los zambos moquitos del Caribe, se querían apoderar de una ruta de navegación que pusiera en contacto las mercancías y favoreciera el comercio entre los europeos y los asiáticos; sin embargo el ansiado botín del canal interoceánico se lo quedó un agente hasta aquel momento desconocido, pero esa es otra historia.

Otro documento de cierta relevancia es la “Relación de la laguna de Nicaragua y río de San Juan” del año 1745 que redactó José Lacayo de Briones, quien fungía como comandante general de las armas de esa provincia y también había sido gobernador de Costa Rica años antes. Lacayo de Briones enumera las posibilidades de la navegación fluvial y lacustre por los mencionados río y laguna así como las características de las embarcaciones que deben surcar algunos de sus afluentes; esta relación la escribe para advertir sobre el peligro de posibles ataques de los enemigos ingleses quienes en alianza con los zambos mosquitos intentaban apoderarse de la laguna y así tener el control del paso entre los mares del Norte y del Sur para favorecerse del comercio ilícito y las “piraterías” 

 

Durante el siglo XIX se redactaron otros documentos, por ejemplo, la Memoria histórica del Canal de Nicaragua del año 1845 escrita por Alejandro Marure (imagen 5). En el año 1887 con el título Canal Interoceánico de Nicaragua y Costa Rica Manuel María Peraltar recopila, además de la relación de Mercado mencionada anteriormente, la serie de materiales del senado de los Estados Unidos fechados entre 1885 y 1887, como el informe de Thomas C. Reynolds de la Comisión de los Estados Unidos a la América Central y Meridional encargado por el presidente Grover Cleveland

Resulta también significativo que el canal interoceánico en el borde fronterizo nicaragüense y costarricense también ha sido un motivo recurrente en los textos literarios (Nicasio Urbina, “El canal interoceánico en la novela nicaragüense”, Carátula, 117). En la novela El problema, del año 1899, el guatemalteco Máximo Soto Hall recrea un canal a manera de una Venecia moderna limitada por dos grandes océanos; por su parte Carlos Gagini en La caída del águila publicada en 1920 lo menciona en la voz de uno de sus personajes como una de las razones que tuvieron los norteamericanos de unir las cinco naciones centroamericanas en una sola; recientemente Gioconda Belli en su novela Las fiebres de la memoria del 2018 recrea la concesión de tránsito por el río San Juan y el lago de Nicaragua que tuvo del Comodoro Vanderbilt, cuyos vapores y embarcaciones circulaban desde Nueva York hasta San Francisco; en la lírica Ernesto Cardenal recrea este motivo en su poemario El estrecho dudoso publicado en 1966; en cuanto al ensayo, el costarricense Manuel Argüello Mora en su obra Páginas de historia del año 1898 publica una particular y curiosa crónica titulada “El canal de Nicaragua” y, finalmente, el nicaragüense José Coronel Urtecho publica “La comunicación interoceánica en Centroamérica. Ideal y empresa hispánicos” en la revista  Cuadernos Hispanoamericanos, núm. 3 (mayo-junio 1948), pp. 443-455.

Las consideraciones de Humboldt sobre el canal interoceánico

Ahora bien, retomando el fin de esta nota, entre los años 1799 y 1804 Alexander von Humboldt llevó a cabo su viaje a las regiones equinocciales de América, el cual le permitió recopilar una considerable cantidad de datos científicos geográficos, geológicos, vulcanológicos y cartográficos, entre muchos otros intereses, dentro de estos algunas consideraciones sobre el canal interoceánico centroamericano; además por aquellos años el investigador alemán también establecía y tejía una red de contactos en diversas partes del orbe que le permitían tener información de primera mano sobre asuntos de su interés.

En cuanto a los aportes de Humboldt en la concepción e imaginación de un canal interoceánico es necesario mencionar el texto Ensayo político sobre la nueva España del año 1811 (imagen 7), en el cual analiza las posibilidades de establecer un canal que facilite la comunicación interoceánica.  El científico alemán examina nueve puntos que presentan posibilidades geográficas, geológicas e hidrográficas para favorecer la circunnavegación: el río Bravo y el río Colorado en el norte; el istmo de Tehuantepec, fuentes del río Guascacualco y río Chimalapa; el lago de Nicaragua; el río Chagre en Panamá; la bahía de Cupica y boca de Atrato; el río Atrato y San Juan en la zona del Choco; el río Huallaga y Gran Pará en Brasil; el río Ucayala y el Amazonas y, finalmente, el golfo de San Jorge y costa frente al archipiélago de Cayamapu. 

En uno de los capítulos del primer volumen del Ensayo político sobre la nueva España se incluye la explicación de los mapas y perfiles del atlas. En particular, sobre el canal interoceánico centroamericano indica Humboldt.

4° El gran lago de Nicaragua se comunica no solo con el lago de León, sino también al E. con el mar de las Antillas por el río San Juan.  Podría verificarse la comunicación con el océano Pacífico, haciendo un canal á través del istmo que separa el lago del golfo de Papagayo.  En este istmo estrecho es que se hallan las cimas volcánicas y solitarias de Bombacho (a los 11°7´ de latitud), de Granada y del Papagayo (a los 10° 50´ de latitud). Los antiguos mapas indican como existente una comunicación de agua, a través del istmo, desde el lago al Grande océano.  Otros mapas algo más modernos señalan un río bajo el nombre de Río Partido, que da uno de sus brazos al océano Pacífico y otro al lago de Nicaragua; pero esta horquilla no se encuentra ya en los últimos mapas publicados por los españoles e ingleses.  (Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, 1811. Libro 1, Capítulo 2. pp. 25-26)