La última Encuesta Continua de Empleo (ECE, periodo mayo, julio y julio 2022) publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Censo (INEC) muestra que de cada 100 mujeres que desean contar con un empleo, cerca de 15 no logran conseguirlo.
Es decir, la tasa de desempleo abierto actual entre mujeres (15%) es incluso inferior a la observada previo a la crisis por el COVID-19 (16,3% en promedio entre abril 2019 y marzo 2020).
El economista y participante del Programa Observatorio Económico y Social de la Universidad Nacional, Greivin Salazar Álvarez, nos pone como interrogante: ¿Se puede considerar como positivo el anterior resultado?
Según la tasa de desempleo en los cuatro trimestres previos al COVID-19 (abril 2019-marzo 2020), la fuerza de trabajo promedió casi el millón seis mil mujeres (1.006.000), mientras que a julio anterior, se ubicó alrededor de novecientos noventa y dos mil (992.000): catorce mil (14.000) mujeres menos. Es decir, se observa una tasa de desempleo menor, pero en relación con un mercado laboral, también de menor cuantía.
“La disminución de este indicador entre las mujeres no se puede considerar como un resultado satisfactorio e incluso, genera una serie de interrogantes adicionales”, así lo indicó el académico Salazar de la Escuela de Economía (UNA).
Fuera del mercado. La encuesta identificó que antes de la pandemia, 34 de cada 100 mujeres indicaron como factor las “obligaciones familiares”, en la actualidad, es de 39 de cada 100 mujeres (entre hombres, ese valor se mantuvo alrededor de 2).
Por tanto, en el ambiente de contracción del ingreso familiar y las oportunidades de empleo que caracterizó el periodo de atención de la pandemia, muchos hogares “optaron” por recargar las labores de reproducción social y cuido en las mujeres, lo que les ha dificultado en la actualidad su incorporación al mercado laboral.
¿Hace cuánto dejó su último empleo? Según la ECE, 23 de cada 100 mujeres desempleadas contestó que de 1 año a menos de tres, mientras que 14 de cada 100, tres años o más. Es decir, 37% de las mujeres desocupadas tienen más de un año sin trabajo, situación que contrasta con la experimentada entre los hombres, con un 18%.
Para el economista Salazar, aumentar la participación laboral de las mujeres requiere medidas tanto en el ámbito de la reproducción social como en el de la producción económica, que se refuercen y generen sinergias entre sí. Como una primera aproximación se pueden mencionar las siguientes:
- Enfoque “Triple R”: reconocer el valor del trabajo doméstico no remunerado de las mujeres, redistribuir al interno de los hogares dichas labores, así como reorganizar labores de cuido (acción conjunta sector público-privado-comunidad), para así reducir este limitante de inserción laboral.
- Generación de empleo con enfoque de género, lo que demanda superar el clásico argumento económico de que la inversión pública es una buena forma de superar una crisis de empleo, cuando se sabe que el sector construcción genera muy pocos puestos directos en actividades para mujeres.
- Analizar críticamente el esquema de jornada 4-3 (días laborados, días de descanso), esto a pesar de que sus propulsores plantean como ventaja la generación de mayor, pero ¿para quién?, por cuanto en la coyuntura actual el recargo de labores de cuido entre las mujeres (reproducción social) es significativo, siendo que muchas de estas no se pueden trasladar para los días establecidos como de “descanso”, lo que al final, se corre el riesgo de generar un sesgo adicional en contra de su empleabilidad.
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