Dra. Hooker: “El Caribe nicaragüense, los pueblos y familias están llorando”.
I. Aún estaban como en una pesadilla
Como si de una antigua profecía se tratara, donde la humanidad es arrasada de la faz de la tierra, la Costa Caribe Norte resistió la furia de la naturaleza. En menos de dos semanas, dos potentes huracanes (Eta y Iota) desataron todo su poder contra ella. Si calcular todo el daño material parece imposible, el dolor que hoy vive su gente es inimaginable.
Los habitantes de Bilwi y sus comunidades ni siquiera habían tenido tiempo de levantar lo poco que les quedaba, aún estaban sumergidos como en una pesadilla cuando les sobrevino otra tragedia, más feroz que la anterior, una que sacudía hasta las raíces de los grandes árboles, que hacía temblar la tierra.
¿Hacia dónde se fueron nuestros peces? ¿Dónde quedaron nuestros cocoteros? ¿Hacia dónde fueron arrastradas nuestras casas? - se preguntaba la gente, desorientada, sintiendo el dolor en seco acuchillarles la garganta.
II. Solidarizándose con los pueblos caribeños
URACCAN, a través de sus Laboratorios de Comunicación, monitoreó estos fenómenos naturales desde antes que alcanzaran la costa, alertando a la población, preparándose para el posible desastre. Y consciente de su implacable fuerza, puso sus instalaciones a disposición de las familias caribeñas, donde recibieron albergue, comida y fortaleza, permaneciendo en unidad y oración.
Y habiendo sobrevivido a los embates del primer huracán, cuando la gente se disponía a edificar lo que les fuera posible y URACCAN hacía el recuento de daños para reconstruirse, la noticia de otro huracán en formación y en dirección a la Costa Caribe Norte les terminó de congelar la sangre.
III. URACCAN, un hogar seguro
Los pobladores de Halover y WawaBar fueron evacuados a URACCAN. El Iota destruyó por completo sus comunidades. En Puerto Cabezas, Waspam, Rosita, Siuna, Bonanza, Prinzapolka, Waslala y Mulukukú, el panorama es desolador. Los grandes árboles, si no derribados, quedaron doblados hacia la dirección de los feroces vientos. Abundan los muros derribados, sin techo. Hasta los metales cedieron y terminaron retorcidos.
Ríos desbordados, puentes desaparecidos, carreteras destruidas, caminos intransitables, costas y riveras perdidas, incomunicación y sin agua potable. Estas son algunas de las secuelas que en los últimos 13 días ha dejado este segundo huracán, como si viniera exclusivamente a rematar la cruel tarea empezada por el primero contra nuestro pueblo, aseguró la Dra. Alta Hooker, rectora de URACCAN, en un informe especial emitido esta mañana.
IV. Datos preliminares de los daños materiales
El Gobierno de Nicaragua, en una evaluación preliminar, estima que “los daños causados por este desastre natural ascienden a C$ 6,128 millones de córdobas, equivalentes a US$ 178 millones de dólares, lo que representa el 1.5 % del PIB (Producto Interno Bruto), sin incluir los daños forestales”.
Este nuevo huracán, “con mayor efecto destructivo causó daños en nuestros recintos y extensiones en Bilwi, Siuna, Bonanza y Rosita; afectando infraestructura administrativa, aulas y casas del personal y de estudiantes”, así como equipos educativos, informó la rectora de URACCAN.
El recinto de Bilwi ha sido el más afectado, en el 100% de su infraestructura, así lo afirmó el Dr. Armando Ugarte, coordinador de la Comisión de Riesgo del Consejo Nacional de Universidades (CNU), en su informe de evaluación de daños y análisis de necesidades. Todo quedó destruido.
En el campus de URACCAN en Siuna, todos los árboles están derribados, como si hubieran caído en combate protegiendo ese centro de estudios. Las láminas de zinc volaron por los aires como papeles. Los cables de electricidad están por el suelo. Radio URACCAN Siuna, que en todo momento estuvo al lado de la población, quedó incomunicada, con daños parciales en su infraestructura de comunicación.
V. El dolor por el ecosistema
Para el pueblo de la Costa Caribe, la pérdida no solo se trata de infraestructura, sino también (y más significativo aún) de ecosistemas. En todo ello hay un “patrimonio personal y colectivo, por el daño a la madre tierra, los ríos y mares que nos proveen de lo necesario para vivir”, explicó la Dra. Hooker.
URACCAN, en todos estos duros y trágicos momentos ha dado fe de su compromiso y amor por los pueblos de la Costa Caribe, para quienes no solo es una institución educativa, sino un hogar al cual acudir siempre y en el cual siempre encontrarán calor y alimento.
Por ello, aunque “otra vez el llanto de los pueblos se hace presente, la tristeza se refleja en las miradas de mujeres y hombres ante la impotencia de ver sus hogares y lugares de trabajo destruidos, así como sus hábitats naturales, ya sin árboles para cobijarse de los rayos de sol y de las lluvias (…), el espíritu resiliente, la empatía, la solidaridad, la complementariedad de los pueblos, las familias harán los posible por reconstruir y restituir nuestras energías y espiritualidades para avanzar en nuestra sanación física y mental”, concluyó de forma optimista la Dra. Hooker.
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