El título de esta obra podría llamar a engaño. De entrada, uno pensaría que se trata de una colección de relatos biográficos de connotados personajes históricos, un ejercicio muy repetido en todo el mundo; basta con ingresar a un buscador en Internet y digitar el mismo título de esta obra. Pero dista mucho de ser algo así.
Al no responder fielmente a su título, nos aventuramos a identificar un hilo conductor en los diez relatos que nos ofrece Víquez. Este es el resultado:
Labores y desdichas del profesor Friedrich Hinkelmaier
¿Quién dudaría de la capacidad de Shakespeare, de Cervantes, de Dante o de Dostoievsky para escribir grandes obras literarias? Probablemente nadie. Pero, ¿qué pasaría si estos fueran los nombres de primates que tienen a cargo tan delicada tarea?
“Hinkelmaier trataba de verificar la hipótesis de que un millón de monos tecleando desordenadamente durante un millón de años produciría una profusa cantidad de basura, mas también el portentoso Hamlet.”
¿Será acaso que “el genio literario no existe; solo existe la obra de la casualidad” y que la humanidad tiene que acostumbrarse a ver surgir una obra literaria portentosa cada mil años después de muchísimos yerros e intentos frustrados de centenares de autores que, por más que se esfuercen, solo conseguirán redactar garabatos como los simios de Hinkelmaier?
Víquez nos muestra a este ilustre hombre que decidió conformar una colección con todas las obras desechadas por otros editores porque, ¿quién quita un quite y haya un tesoro escondido mal valorado que pueda rescatarse de la basura? ¿No es acaso lo que han experimentado grandes exponentes de las letras antes de alcanzar la fama?
Caminos en la selva
Hay quienes tienen grandes pretensiones en la vida y escriben con el sueño de alcanzar la fama mundial, de ganar premios literarios por aquí y por allá, y de que sus textos sean leídos y releídos de generación en generación. Sin embargo, no son muchas las personas que pueden decir que lo han logrado. Inclusive, puede que haya quienes, sin proponérselo, han sido más conocidos de lo que ellos mismos esperaban. Pero también están los que escriben para sí mismos, como un ejercicio para sistematizar sus ideas, para desahogarse o simplemente como una terapia ante la soledad o para escapar del bullicio.
Los primeros piensan constantemente en sus lectores. Por ello, cuidan muchísimo su estilo, su redacción, la escogencia de figuras literarias y, por supuesto, la ortografía. Mientras tanto, los que elaboran textos para sí mismos lo suelen hacer de forma más libre y desenfadada, sin tantas ataduras y restricciones. Los que quieren convertirse en grandes escritores primero deben sortear la barrera del editor. Ahí han muerto muchas ideas. Es como una gran represa en la que quedan millones y millones de palabras atascadas y solo logran pasar aquellas que merecen la gloria. Mientras tanto, el éxito de quienes escriben para sí radica en el simple hecho de hacerlo.
Sufrimientos del joven Wílmer
Pero aún algunos textos que no fueron escritos para nadie han logrado pasar la frontera del anonimato y convertirse en piezas célebres de un acontecimiento, en relatos esenciales para la práctica forense de un historiador, en los vestigios que pueden explicar la identidad de una persona, de un pueblo y hasta de una nación. La riqueza de estos textos no radica en la complejidad de su elaboración o en el uso magistral de recursos literarios, sino en ser los únicos que pueden hablar de un hecho, de una coyuntura, de una persona o de un bien patrimonial.
El riesgo de esta práctica siempre es una interpretación descontextualizada o desde una perspectiva alejada a la intención original de su autor, como habitualmente sucede con textos de tiempos idos, de culturas ya inexistentes y en idiomas que nadie habla. Sin embargo, estos peligros no son exclusivos de la hermenéutica y la exégesis; basta con tener en las manos la carta de un enamorado que eleva al cielo un poema a su amor imposible, tal y como sucede con el joven Wílmer en el tercer relato que nos ofrece Víquez.
El francés y las otras lenguas
Pero la vida te da sorpresas y hay que aprender a vivir con ellas. Con un poco de suerte y mucho de ingenio, los puntos de giro que presenta la vida puede catapultar al ser humano a algo mucho mejor de lo que dictaban sus planes. Lo que puede parecer un obstáculo bien podría convertirse en un trampolín. Al fin y al cabo, ¿no es la vida una aventura llena de vericuetos más que un libreto con un final predecible? Y si lo fuera, ¿no estamos llamados a salirnos de él para buscar nuestro propio camino?
Los traficantes
En esa búsqueda de rumbo no pocos se extravían por senderos peligrosos atraídos por sus bellezas multicolores, pero que al final terminan siendo pasajeras y dañinas. De ello pueden hablar con toda propiedad los Dráculas modernos, quienes se alimentan de la sangre de las nuevas generaciones y su rápida prosperidad económica los hace creerse inmortales, hasta que una estaca atraviesa su pecho y sus subalternos asumen el negocio.
La señora de Washington
O también están aquellos que se valen de las desigualdades instauradas en el mundo desde tiempos inmemoriales para hacer de las suyas, en lugar de romper el molde y construir relaciones más positivas y equitativas. Algunos de estos individuos poco ilustres logran pasar por la vida sin más ni más, pero otros no se salvan de finales fatídicos, aun si estos requieren ser ejecutados por fantasmas en busca de justicia.
Arriba vagos
En la otra acera están aquellas personas que han decidido pasar por la vida sin pena ni gloria. Eso se respeta, pero la cosa cambia cuando desean imponer su filosofía y estilo de “no vida” a familiares y amistades. Quizás lo logren con algunos y por algún tiempo, pero quien está destinado a romper patrones lo hará tarde o temprano, ya sea en vida o más allá de la muerte.
Un texto roto
Lo cierto de todo es que somos seres en constante construcción y que, día a día, descubrimos cosas nuevas de nosotros mismos, al punto de que, a la vuelta de los años, casi no podemos reconocer lo que fuimos y lo que hicimos. El narrador de Un texto roto lo dice mucho mejor con las siguientes palabras:
“Somos, en verdad, como un rompecabezas que nadie sabe lo que resultará ser luego, cuando más piezas vayan tomando su lugar y distingamos cosas antes insospechadas. Todavía recuerdo la enorme sorpresa que me produjo en la infancia armar un modelo del que primero pensé era la fotografía de un gato, luego de una niña, y finalmente descubrí el rostro de mi madre. Nadie sabe cuáles son los pedazos que deberá juntar para hacerse a sí mismo.”
Carta de Jesús en el huerto
Y solo cada persona puede ser consciente de las piezas que han conformado el rompecabezas de su vida y lo que le falta para completar su modelo para armar. Hay quienes han seguido de cerca la huellas de personajes ilustres y no tan ilustres y los han presentado como figuras ejemplares, en un afán por mostrar posibles sendas de vida a aquellos individuos que requieren alguna orientación o un mapa que guiarse en la ruta de la existencia. Sin embargo, no todo lo que se ha dicho de estos personajes es necesariamente cierto y habrá muchos detalles importantes de ellos que nunca trascendieron. Por eso el autor recomienda cuestionar las historias oficiales e imaginar otros escenarios posibles. Después de todo, todos hemos sido humanos y hemos estado expuestos a situaciones y dilemas similares, sin importar el lugar, la época y la cuna en la que hayamos nacido.
Comentarios