La violencia engendra violencia. Esta conocida frase que no tiene un autor específico, pero que ha sido evocada por gigantes como el escritor Eduardo Galeano o el cantante John Lennon, expresa una gran verdad: solo la verdadera paz social logra cortar los círculos de violencia que permean en muchas familias y comunidades del país.
La paz es más que la ausencia de guerra. Si bien Costa Rica está cercana a cumplir tres cuartos de siglo de no tener ejército – lo cual ha valido para presumir que somos “un país pacífico” – la verdad golpea en la cara cuando se observan los 642 asesinatos que reporta el Organismo de Investigación Judicial en lo que va del año (a este miércoles 20 de setiembre). Esta cifra es más que escandalosa y llevará probablemente a que el 2022 sea el año más violento en la historia reciente del país. Todo ello sin contar los casos de violencia física, psicológica y sexual; acoso callejero, escolar, laboral y muchas otras realidades negativas que afectan la vivencia de una verdadera cultura de paz.
El grupo de escolares que trabaja con el proyecto de Iniciativas Estudiantiles realiza diversas actividades lúdicas para aprender sobre sus derechos. Foto cortesía de Gerson Coto Gómez, Iniciativas Estudiantiles / UCR y con autorización de Casa Ilori.
Para aportar a reducir la violencia social que destruye al país, tres estudiantes de cuarto y quinto año de la carrera de Trabajo Social de la Universidad de Costa Rica (UCR) se aliaron con la Fundación Bien de Mujer, una organización sin fines de lucro que tiene el Programa Casa Ilori en La Carpio, el cual funciona en esa comunidad desde el año 2008 y que hoy en día atiende alrededor de 250 niños y niñas de este barrio capitalino.
Fue así como surgió el proyecto de Iniciativas Estudiantiles: Siendo guardianes de la paz: un espacio de expresión, reconocimiento y acción contra la violencia, el cual está inscrito con el código IE-232 ante la Vicerrectoría de Acción Social..
La idea de Gerson Coto Gómez, Camila Marrero Camacho y Stephanie Murillo Arce, el trío que conforma este proyecto, es enseñar con juegos, historias y otras actividades lúdicas, al alumnado de quinto grado de escuela, a romper con hábitos de agresión, promulgar el respeto a los derechos de la infancia y generar un cambio en la cultura impregnada de violencia en la que se desenvuelven estas personas menores de edad.
Previamente, este grupo universitario estuvo en un asentamiento informal situado en Río Azul, del cantón cartaginés de La Unión, para desarrollar una práctica profesional de talleres sobre la problemática de la violencia contra niños y niñas, afirmó Coto.
Tras esta experiencia, conformaron un proyecto de Iniciativa Estudiantil y contactaron por medio de una docente de la Escuela de Trabajo Social a Erci Ménez Trejos, psicóloga y directora de los procesos sociales de Casa Ilori. Fue ahí donde nació una unión que ha venido dando frutos en los últimos meses.
Jugando contra la violencia
La labor de este grupo universitario en La Carpio empezó con un diagnóstico sobre qué pensaba el grupo de infantes sobre la violencia, lo que dio material para saber cómo intervenir las realidades que vivían muchas de estas personas.
Una vez concretado este paso preliminar, comenzaron a desarrollar la metodología para trabajar con los infantes, de forma que se diviertan al mismo tiempo que desarrollan una mentalidad crítica; todo desde un trato horizontal con el alumnado que cursa el quinto grado de La Carpio.
Por ejemplo, se les propone crear historias donde haya casos de agresiones para que el grupo de estudiantes de Trabajo Social les brinden las soluciones. También desarrollan otro tipo de actividades que pueden parecer juegos pero que, a la vez, permiten a estos futuros profesionales tener alguna idea de la realidad violenta que puede vivir el grupo con el que trabajan, como lo explicó Coto:
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