Casi siempre se asocia un descenso en el desempleo con la contratación de más personas en empresas e instituciones, o con la creación de más emprendimientos. Pero, en estos últimos meses, esta no ha sido la principal razón.
Según el informe Análisis del mercado laboral y pobreza en Costa Rica, que presentó este miércoles 3 de mayo el Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica (UCR), el motivo principal de esta baja en el desempleo pareciera ser un repunte de la tasa de inactividad (personas mayores de 15 años que no están laborando pese a tener las capacidades para poder trabajar) desde los meses abarcados entre agosto y octubre del año pasado (ASO 2022) a los comprendidos entre diciembre del 2022 y febrero del 2023.
En porcentajes concretos, la tasa de inactividad pasó de un 39,7 % en los primeros tres meses señalados (ASO 2022) a un 41,7 % en el último trimestre evaluado, lo que hace a la inactividad reciente incluso más alta de la que presentaba el país antes de la pandemia del Covid-19. Como suele ser (lamentablemente) habitual, este porcentaje aumenta entre las mujeres y se ubica en un 54 %.
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Lo curioso es que, pese a lo anterior, según los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) utilizados por el IICE para este estudio, el desempleo muestra una leve disminución en los últimos meses analizados, pasando de un 12 % entre julio y setiembre del año pasado a un 11 % en el último trimestre evaluado. Nuevamente, este porcentaje es mayor entre las mujeres (14,1 %) que entre los hombres (8,9 %).
Aún más alarmante es saber que, apenas, poco más de la mitad de la población nacional en edades y condiciones para trabajar estuvo realmente laborando (tasa de ocupación) en el trimestre comprendido entre diciembre del 2022 y febrero del 2023. En números porcentuales estas personas abarcan un 51,9 % de toda la masa laboral posible, cifra que es similar a la de los semestres anteriores. Ahí, nuevamente, las mujeres tienen una tasa de ocupación menor (39,8 %) que la de los hombres (64,0 %).
Sueldos en descenso
Otra mala noticia se suma: los salarios medianos que gana la población costarricense han venido a la baja desde el inicio de la pandemia, hace tres años. A manera de ejemplo, mientras en el primer trimestre del 2020 el salario mediano en el país era de 1324 colones por hora en términos reales, actualmente es de 1210,4 colones por hora. Si nos basamos en una jornada de 48 horas semanales, esto sería igual a unos 250 mil colones mensuales.
Ahora bien, el valor del trabajo por hora varía dependiendo de si se trata de empleos formales o informales. Quienes se desempeñan en los primeros reciben un salario de 1437,9 colones la hora (aproximadamente, 295 mil colones al mes), mientras que quienes lo hacen en la informalidad reciben apenas 902,5 colones por hora (alrededor de 185 mil colones mensuales). Es decir, la diferencia entre el salario formal e informal sería de 110 mil colones.
La noticia esperanzadora de este apartado es que la brecha salarial entre hombres y mujeres que tienen trabajos en condiciones similares (como edad, lugar donde viven, entre otras) disminuyó considerablemente en los últimos tres trimestres del 2022. Para el segundo trimestre del año pasado las mujeres ganaban 77,6 colones por cada 100 colones que recibían los hombres, pero para el cuarto trimestre del 2022 la diferencia se redujo y las trabajadoras ganaban 87,11 colones por cada 100 del género masculino.
No obstante, esta diferencia de casi 13 colones entre géneros es considerable en comparación con la que hubo durante el pico de la pandemia – en el tercer trimestre del 2020 - cuando las mujeres ganaban 93,4 colones por cada 100 de los hombres. Este fenómeno no duró mucho, pues luego la cifra cayó por debajo de los 80 colones durante todo el 2021.
La diferencia entre los ingresos que perciben los pobladores de las zonas urbanas versus aquellas personas que habitan en la ruralidad también ha venido disminuyendo, aunque de forma irregular, desde el 2018. Mientras que en el primer trimestre de aquel año la población trabajadora de zonas rurales ganaba menos de 90 colones por los 100 que recibía una persona citadina, en el cuarto trimestre del 2022 este dato llega a 95,6 colones de salario entre la gente de área rural frente a los 100 colones de la urbana.
La brecha laboral ajustada entre hombres y mujeres se reduce
Si se comparan los datos del primer trimestre del 2018 con los del cuarto del 2022, se observa que cada vez hay menos diferencia en la participación laboral entre mujeres y hombres.
De acuerdo con los cálculos del IICE, mientras hace cinco años la brecha de participación era cercana a los 30 puntos porcentuales, en la medición más reciente esta desciende a los 23,89 puntos; es decir, se redujo alrededor de 6 puntos porcentuales en cinco años (eso sí, con altibajos durante este periodo).
Pero no ocurre lo mismo con la brecha de desempleo entre ambos géneros (más mujeres desempleadas que hombres). Ahí la diferencia sí ha aumentado en ese mismo periodo. Mientras en el primer trimestre del 2018 la relación era de alrededor de 5 puntos porcentuales, los últimos datos del 2022 señalan que esa cifra creció hasta 8,12 puntos.
Si se toma como referencia el primer trimestre del 2022, se observa que también hubo un pequeño aumento, ya que en aquel momento la diferencia rondaba los 7,8 puntos. No obstante, cabe destacar que esta brecha ha tenido importantes alzas, sobre todo en los momentos más crudos de la pandemia, cuando se acercó a los 13 puntos en el III trimestre de 2020.
En cuanto a las horas semanales realizando trabajos no domésticos por género, los hombres tienden a laborar 31,63 puntos porcentuales más que el promedio de horas de las mujeres. Este número ha variado poco desde el primer trimestre del 2021.
Con respecto al tipo de empleo en el que se desempeñan las personas con mayor vulnerabilidad social (primer decil), más de nueve de cada 10 individuos que se ubican en este rango trabajan en actividades informales o de subsistencia. De hecho, el 60 % de la gente ocupada en la informalidad trabaja sin tener un salario estable (54 213 personas). Esto significa que esta población no tiene acceso al seguro social, a cotizar para una pensión y, mucho menos, a vacaciones o a aguinaldo.
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