En la actualidad los diferentes sectores productivos a nivel mundial plantean retos y oportunidades, en la inserción a la cuarta fase de la revolución industrial (también conocida como industria 4.0), provocando el anhelo colectivo de las empresas por subirse al tren de promesas de una revolución marcada por aspectos como la inteligencia artificial, la robótica, la ciencia de datos, la nanotecnología, el Internet de las cosas, entre otros.
Para el académico de la Escuela de Economía de la UNA, M.Sc. Rodrigo Corrales-Mejías, en su participación del programa Sectores Productivos, Competitividad y Desarrollo, comenta que contar con un boleto para este tren, puede ser preponderante para alcanzar los parámetros de éxito de los negocios en la actualidad, como lo son el alcance, el acceso, la predominancia de los mercados y la oferta de novedad.
Desde la discusión del desarrollo tecnológico, existe una tendencia a centralizar la permanencia y el posicionamiento de una empresa en los mercados, que está en función de su despliegue tecnológico ligado esencialmente a ese vagón particular que acuña la cara más técnica de este desarrollo.
El académico Corrales plantea las interrogantes: ¿qué sucede con las empresas cuya naturaleza y condiciones no encajan en los parámetros de este vagón? ¿Están acaso condenadas al destierro comercial?
Según datos de la Encuesta Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación del Ministerio de Ciencia, Innovación, Tecnología y Telecomunicaciones (MICITT), señalan que, en Costa Rica para el año 2018 el 36,2% de las empresas del sector agropecuario realizan algún tipo de innovación , mientras que el 81,5% de las empresas del sector manufacturero y el 88,7% de las empresas del sector servicios (ambos datos para el 2016), realizan algún tipo de innovación.
Siendo la innovación precisamente uno de los factores determinantes del desarrollo tecnológico y la industria 4.0, y tomando en consideración que el parque empresarial costarricense está conformado mayoritariamente por empresas pequeñas, bien se podría cuestionar la raíz de esas innovaciones y preguntarnos, ¿en cuál tren viajan nuestros negocios?
“Y es que precisamente el carácter ontológico al que se ha enfrentado el desarrollo desde las diferentes aristas con las que la disciplina económica le ha abordado, no está ausente en las discusiones de este nuevo paradigma 4.0, pues si bien el componente más tangible del avance tecnológico tiene mucho peso en este desarrollo, no es la única forma de viajar en él”, indica Corrales.
Revisando las posturas de escuelas como la de Economía basada en el Conocimiento y el Aprendizaje (Learning Economy), o abordajes más holísticos como el de la innovación inclusiva, el desarrollo inclusivo y la creación de capacidades y competencias para la innovación, nos encontramos con un prisma de posibilidades que evidencian múltiples formas que tienen las personas para impulsar sus negocios y velar por su permanencia en los mercados.
Podemos ver que más allá de un enfoque que se centre en los dispositivos, en la novedad absoluta o la invención radical, existen esfuerzos incrementales que buscan la evolución de los productos y servicios que se ofrecen, de la forma en cómo se ofrecen, de la forma en cómo se producen y de la forma en cómo se organiza el trabajo para su producción. Todos estos esfuerzos de cambios y mejoras que no desfilan por la pomposa palestra de los gigantes empresariales, no deberían ser opacados por el sentido más técnico del desarrollo tecnológico.
Tanto la literatura como los estudios que se hacen sobre ciencia, tecnología e innovación en países en vías de desarrollo (Costa Rica incluido), muestran una fotografía particularmente interesante de nuestras realidades. Empresas que se ajustan a la industria 4.0 mediante copia e imitación, esfuerzos importantes de adaptación de procesos para suplir las demandas de mercado, iniciativas de investigación y desarrollo que no necesariamente se ejecutan en un costoso laboratorio, pero sí en el ingenio y la curiosidad de las personas detrás de un mostrador. Así como procesos de aprendizaje y socialización del conocimiento que devienen de la interacción, del conocimiento tácito, de ese carácter más vivencial.
El académico de la escuela de economía señala que si estos elementos también están siendo el boleto para que muchas empresas se monten al tren de la Industria 4.0, ¿no será acaso que desde un sentido más tecnocentrista nos estamos olvidando nuevamente que el motor de cualquier desarrollo siempre son las personas?
No importa cuál sea el apellido que se le designe al desarrollo, su esencia debe ser siempre el bienestar humano. Por ende, lograr desmitificar que el desarrollo tecnológico se dé únicamente mediante la innovación radical, abre la puerta de otros vagones al cual montarse para viajar hacia ese desarrollo.
Considerar que no son los artefactos, sino las personas las promotoras y responsables del desarrollo, en cualquier sentido que este quiera abordarse, nos devuelve la vista a lo que debe ser esencial: lograr el bienestar de las personas.
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