“Sería más conveniente no aplicar las pruebas FARO como prueba estandarizada en 2021. Creo que se deben crear mecanismos o instrumentos más centralizados por zona o circuito escolar, ya que se debe considerar la realidad en la que viven los diferentes centros educativos, los aspectos sociales y culturales de las personas estudiantes”, afirma Erick Saborío, académico en la División de Educología del Centro de Investigación y Docencia en Educación de la Universidad Nacional (Cide-UNA).
Saborío, quien también se desempeña como docente de matemática en dos centros de enseñanza secundaria con características muy distintas, conoce muy bien las desigualdades que hay en el país en materia de conectividad y de tiempo efectivo dedicado por las personas estudiantes a sus tareas escolares, entre otras condiciones relacionadas con el contexto socioeconómico, que afectan el rendimiento académico.
En su criterio, partiendo de la realidad educativa 2021, las pruebas nacionales para el Fortalecimiento de Aprendizajes para la Renovación de Oportunidades (Faro) se convertirían solo en un requisito de graduación, porque al final sería preciso acudir a las denominadas “curvas” para que los estudiantes aprueben. Y es que se trata -destaca el educador- de generaciones de estudiantes con vacíos significativos en el aprendizaje por la interrupción de las lecciones, producto tanto de la huelga de educadores en 2018, como de la pandemia en 2020.
“Entonces viene el año 2021 y los educadores de décimo y undécimo año de matemáticas, español y ciencias tenemos que lidiar con cuatro años de vacíos cognitivos”, subraya el educador.
Además, en el caso de la prueba Faro para décimo de este año, no se cuenta con una guía de priorización o un temario específico, al cual los docentes deban darle énfasis. “Se indica que se evalúa todo el programa, pero no se tienen las condiciones para cubrirlo”, afirma.
A esto se suma el hecho de que no se cumple con un estándar, dado que no todos los docentes evalúan el contenido de la misma forma.
Insiste en que, en este momento, las pruebas no aportarían resultados importantes porque de antemano se conocen los escenarios y la situación del estado de la educación costarricense.
Pese a que considera que no sería justa ni racional la aplicación de las pruebas Faro este año, Saborío no está en contra de las pruebas estandarizadas. Por el contrario, es del criterio que el país necesita de pruebas que permitan garantizar un mínimo de contenidos y “medir” las habilidades o conocimientos de la persona estudiante en todas las áreas temáticas que se desarrollan en el currículo costarricense.
Pero, en su opinión, en el caso concreto de las pruebas Faro, hay razones que les hace poco confiables, entre ellas, el hecho de que se midan únicamente tres asignaturas (matemáticas, español y ciencias).
“En estas materias, la planificación, la revisión y la mediación debe estar orientada hacia una prueba FARO; no así en las demás asignaturas. Esto está provocando niveles de estrés y de preocupación, tanto en el docente como en el estudiante”, asegura.
Además, el académico de la División de Educología de la UNA cuestiona que se haya optado por medir únicamente las habilidades del programa de estudios de décimo año, en lugar de incluir también las del tercer ciclo.
Sin valor numérico
Por su parte, Rita Arguedas, también académica de la División de Educología del Cide, coincide en que las pruebas FARO no toman en cuenta ni el contexto de cada estudiante, ni el contexto de cada institución educativa y mucho menos la o las modalidades en que se esté abordando el año escolar.
En su opinión, de parte del MEP no se ha dicho claramente el porqué de estas pruebas. Puede ser –dice- que se trate de “vender” la idea externamente de un mejoramiento de la educación, razón por lo cual se aplican este año “sí o sí”.
En este sentido, Arguedas asegura que comparte el sentir del estudiantado que ha protestado en las calles, ya que nuevamente se vuelve a enfrentar a pruebas que no tienen una razón clara para aplicarse.
Al día de hoy –afirma- ni siquiera se han compartido ítemes que pudieran dar luz acerca de lo que tanto se ha enfatizado por parte del MEP, como es que estas pruebas van a ser analíticas y no memorísticas.
La académica de Educología reitera su criterio de que las pruebas no se deben aplicar este año, pero si se insiste en hacerlo –como es el caso- considera que debería ser sin valor numérico, de manera que permita a todas las personas involucradas entender las pruebas.
A pesar de sus objeciones, Arguedas coincide con Saborío en que estas pruebas o bien las de bachillerato, al menos cumplen la función de asegurar un poco los perfiles de salida de la población estudiantil; es decir, asegurar “los mínimos MEP”.
Asimismo, de alguna manera –afirma- ponen a la docencia de los niveles superiores de la enseñanza, -en este caso la secundaria- a preocuparse más por los estudiantes y las lecciones que imparten.
De acuerdo con la programación del MEP, las pruebas nacionales FARO tendrán varias convocatorias entre mayo y noviembre de 2021, de la siguiente manera: para estudiantes de primaria se realizará una en mayo y otra en octubre; para alumnos de secundaria, habrá una en junio y dos en noviembre para atender la diversidad de modalidades.
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