Desde la década de los 80 una investigación reportó una alta mortalidad de las especies de corales llamados abanico de mar (Gorgonia flabellum), en el Caribe del país. Las causas para ese entonces no estaban muy claras, pero se sospechó de un agente infeccioso. En otros países del Caribe las poblaciones disminuyeron en las últimas décadas debido a un hongo (Aspergillus sydowii), muy común durante el fenómeno de El Niño.
Casi 40 años después el Laboratorio de Micología de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad (EMV), se propuso investigar los hongos marinos en corales mediante el proyecto “Aislamiento de hongos en octocorales de la costa caribeña de Costa Rica”.
Dicho proyecto se ejecutó de enero 2015 a diciembre 2016, bajo la coordinación de. Andrea Urbina, microbióloga de la EMV-UNA, en conjunto con Jorge Cortés, especialista en arrecifes coralinos del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología de la Universidad de Costa Rica (Cimar-UCR).
No se demostró la presencia de Aspergillus sydowiipero sí, familiares cercanos a este hongo, en donde tres colonias presentaban lesiones por hongos no reportados anteriormente.
El objetivo consistió en identificar sí había hongos en los abanicos de mar y buscar lesiones asociadas a los hongos. Es así que la especialista Alejandra Calderón, asumió la tarea de investigar estos organismos y asumió el reto de realizar su tesis de maestría en Medicina de la Conservación de la EMV, investigando estos hongos y su posible relación con enfermedad de octocorales.
Metodología
Durante El Niño 2015 - 2016 se realizaron buceos en 11 sitios de tres localidades del Área de Conservación La Amistad Caribe, Limón, Costa Rica. (Cahuita, Punta Uva y Manzanillo). Las inmersiones para recolección de muestras estuvieron a cargo de Andrea Urbina y Alejandra Calderón, con el respaldo de un pescador de la zona y un guía de buceo.
Urbina comentó que se lograron analizar muestras de 55 colonias (individuos), lo que significó un esfuerzo y correr grandes riesgos debido a las condiciones propias del trabajo en el mar. Al no existir un inventario de los puntos geográficos donde están estos invertebrados, se realizaron varias inmersiones para ubicar los escasos especímenes y marcar estos puntos.
Agregó que en cada sitio de recolección, se anotó las coordenadas geográficas, se midió temperatura, profundidad, pH y salinidad. Asimismo, se tomaron fotografías de cada espécimen y sus medidas de largo y ancho. De los animales que se lograron ubicar, 17 tenían lesiones de diferente número y tamaño y se recolectaron muestras de las zonas tanto afectadas como sanas. Cabe señalar que previo a la recolección se debió identificar muy bien los materiales para la toma y transporte de las muestras tanto bajo el agua como fuera de ella.
A los corales también se les realizaron análisis histopatológicos (de los tejidos) donde colaboró el patólogo Juan Morales de la EMV y se recibió la ayuda remota de la experta en el tema Esther Peters (Universidad George Manson, Estados Unidos).
Influencia humana
Calderón expresó que la presencia de corales enfermos se asoció a sitios cercanos a la desembocadura de los ríos que pasaban en algún punto por zonas agrícolas, coincidiendo además con el aislamiento de hongos propios de plantas. “Esto podría relacionarse con estas actividades humanas y la ausencia de tratamiento de aguas, lo cual debe ser atendido por las autoridades”.
Subrayó que esta investigación demostró una gran variedad de hongos marinos (nueve) asociados a octocorales sanos y al menos tres nuevos agentes involucrados como causantes de enfermedad: un hongo negro no identificado, un Aspergillus sección Nigri y un Penicillium citrinum.
Es necesaria la monitorización no solo de hongos marinos sino el estudio de otros microorganismos que puedan afectar a los corales para poder implementar adecuados planes de conservación.
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