El silencio, la impunidad y el olvido han sido el factor constante de las historias de tres costarricenses desaparecidos en Honduras entre el 14 de noviembre y el 11 de diciembre de 1981.
Han pasado más de 40 años y sus nombres, sus fotografías y sus historias vieron la luz en un acto inédito que ocupó el auditorio de la Facultad de Filosofía y Letras, la noche del martes 19 de marzo.
Bajo el título Reparación, verdad y justicia. Costarricenses desaparecidos en Honduras en la década de 1980, se realizó un conversatorio que sacó del anonimato los nombres de Francisco Fairén Garbi, Yolanda Solís Corrales y Eduardo Aníbal Blanco.
Para los familiares de estos costarricenses, el tiempo transcurrido no ha sido ni será una cura al dolor por la pérdida de sus seres queridos. Por el contrario, pervive la sensación de justicia y de responsabilidad por sus desapariciones forzosas.
Eran tiempos convulsos para una Centroamérica que se encaminaba hacia su “década perdida”. La Guerra Fría dominaba el mapa geopolítico mundial y, particularmente en Honduras, escuadrones organizados y entrenados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) pusieron en marcha una estrategia de contrainsurgencia llamada Doctrina de Seguridad Nacional para acabar con la supuesta propagación de revoluciones de izquierda.
En ese contexto, y a las órdenes del general Gustavo Álvarez, se inició una oleada de persecuciones de personas sospechosas. Registros oficiales señalan que entre 1979 y 1989, al menos 184 personas fueron torturadas, asesinadas y desaparecidas, sin que a la fecha exista un rastro de su paradero. Francisco, Yolanda y Eduardo se pueden contar entre esos casos.
Recuperar la memoria
Allan Barboza es productor audiovisual. Cuando era apenas un niño de 10 años se enteró del fallecimiento de un costarricense llamado José Ángel Marchena, amigo de su papá, en un combate en El Salvador. “En la cabecita de aquel niño fue muy difícil procesar ese suceso. Cuando crecí y me hice productor una de las cosas que me propuse fue elaborar un documental para sacar del olvido la historia de José Ángel y así lo hice”.
El tema de costarricenses que combatieron en el conflicto centroamericano le fue interesando más. En el 2012, como miembro de la Asociación Costarricense de Derechos Humanos, asistió a Honduras a un encuentro internacional, luego del golpe de estado del 2009 y asistió al Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos en Honduras (COFADEH).
“En el segundo piso de su sede principal tenían un salón de la memoria, una especie de museo, donde tienen los rostros en las paredes de todos los desparecidos de aquella época. Y al revisar los nombres encontré los de Francisco, Yolanda y Eduardo, de quienes se tiene absoluta certeza de que fueron detenidos y desaparecidos. Ahí empecé la investigación y a contactar a familiares”, recordó Barboza.
Sus historias, incluyendo entrevistas con los familiares, serán parte de una película que está en proceso de elaboración y en cuya investigación también participa Gabriela Segura, egresada de la maestría de Estudios Latinoamericanos del Idela-UNA.
Para Rafael Cuevas, catedrático, investigador y profesor jubilado del Idela, luego de las denuncias públicas que se han manifestado en torno a la desaparición de estas personas, han existido esfuerzos políticos por borrar el recuerdo de lo acontecido y que las historias no trasciendan.
“La memoria es un espacio en disputa en este momento, donde prevalece la impunidad, la negación y el silencio por parte de las autoridades gubernamentales y aunque se han llevado a cabo juicios, por ejemplo, en Guatemala y El Salvador, los familiares de las víctimas sienten que no se ha hecho justicia”, reflexionó.
Esa sensación de justicia se reflejó en los rostros y vivencias de los familiares que asistieron al evento que Allan Barboza catalogó como “el primer acto de reparación simbólica que se lleva a cabo en una universidad pública en más de 40 años”.
Sobre ese elemento, Barboza detalló que en el 2020 acompañó a familiares de Eduardo Aníbal Blanco a interponer una denuncia por desaparición ante la Fiscalía hondureña. Recientemente, también hicieron la misma gestión ante el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) para que se agilice la recolección de muestras de ADN de los tres costarricenses desaparecidos.
“En el caso de Yolanda —egresada de la Escuela Normal— queremos pedir la exhumación de un sitio en donde, por diferentes razones, sospechamos que se pudieran encontrar sus restos. En cuanto a Francisco, queremos utilizar la tecnología que existe hoy para reabrir el caso ante la fiscalía hondureña”, precisó Barboza.
En la actividad hubo abrazos, entregas de arreglos florales, lágrimas y una luz de esperanza, en medio de un proceso donde hay un reconocimiento sobre el hecho de que los familiares han estado muy solos. Es algo que Berta Oliva, cofundadora de COFADEH, apuntó con determinación: “las desapariciones no van a borrar la solidaridad humana, porque seamos claros, podrán haber borrado el rastro de los cuerpos, pero nunca los ideales”, indicó.
La actividad contó con el apoyo del Idela, de la cátedra Joaquín García Monge y del programa Movilidades humanas forzadas y narrativas de la memoria en América Latina.
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