Aarón Elías Vargas González es el hijo de Carolina González Venegas, una estudiante de la Licenciatura en Pedagogía con énfasis en didáctica. Cuenta su madre que el niño se había habituado a que le contara un cuento cada noche. La madre, una entusiasta de la literatura, seducida por la propuesta del infante, cedía complaciente a tal petición, pero en cuanto empezaba su narración, el niño la interrumpía, pues él prefería completar la historia según su propia versión.
Y fue así como Carolina completó un cuento que le reeditó su hijo, quien tenía dos años y medio para ese entonces. Tal creación le sirvió a la madre, a su vez, para cumplir con una tarea del curso de Expresión escrita, que llevaba con la profesora Olga Chaves en la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Nacional (UNA), como parte del Bachillerato en la Enseñanza del Inglés
Al conocer esta historia la profesora Chaves le propuso publicar la obra. Tal proyecto parecía lejano por los costos y las dificultades propias a las que se enfrentan los impresos hoy; pero la idea revivió tiempo después, cuando Carolina se planteó su proyecto de tesis de licenciatura. Y como ella se decantó por la modalidad de producción didáctica, pensó que el cuento le podría servir, y así lo hizo.
El proceso fue al revés—recuerda emocionada—porque se supone que primero debía investigar para luego crear. Pero, al partir de un recurso ya avanzado, el reto consistía ahora en cómo dar sustento teórico a aquel producto. En el proceso se fueron añadiendo los esfuerzos de otras personas. Así, se conjuntaron los talentos de Cristian Acuña, compañero de clase; Alexia Arce Camacho, quien creó los dibujos que le servirían de boceto, y más tarde el diseño creativo de María José Salgado, del Departamento de Impresiones y Publicaciones de la UNA.
Gracias a las gestiones de Carolina, a la mediación de la División de Educología, y a la interpretación que hiciera Erick Álvarez, director del Departamento de Impresiones y Publicaciones, de lo que ella quería, se pudo completar el proyecto de plasmar el cuento infantil en un libro.
Tras el proceso de edición, revisión y corrección, veía la luz la impresión en inglés de cinco ejemplares de The Meadow (La Pradera). Pero la historia no termina ahí, pues también se aprovechó el diseño para crear La Pradera en español. Ambas obras estarán disponibles como recursos didácticos y se busca, a futuro, reproducirlo como un apoyo para la enseñanza, en formato impreso, y también tenerlo a disposición en línea. En este caso, para estudiantes de primaria, en edades de 7 a 9 años.
La obra está diseñada de forma que atienda las necesidades comunicativas de los menores. Para ello se escogieron con especial cuidado el uso de colores, el contenido, la extensión, las fuentes, y otros elementos, de manera que atrajera la atención de niños y niñas.
Hoy Aarón tiene casi 5 años y a pocos días de que su madre defienda la tesis, y consecuentemente la presentación del libro con el cuento del infante, ella no deja de impresionarse por los alcances que puede tener una tarea, cuando encuentra—en la casa o en el aula—los mentores correctos.
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