Recursos minerales o no vivos podrían ser la llave para potenciar nuestra economía, en un espacio diez veces mayor que el territorio continental del país. Viraje de la Economía verde a la azul, debe tomar en cuenta no solo la sostenibilidad ambiental, sino también la rentabilidad de las decisiones que se tomen.
Este 8 de junio se celebra una vez más el Día Mundial del Océano, cuyo lema para este año es: “Revitalización: una acción colectiva a favor del Océano”. Dada la difícil coyuntura que enfrenta el país, los investigadores Mauro Vargas y Alejandro Gutiérrez, director y ex director del Instituto Internacional del Océano de la Universidad Nacional (IOI-UNA) respectivamente, hacen un llamado potenciar nuestra economía apuntando hacia el mar y sus recursos. No se trata, sostienen los especialistas, de sacar solo ventaja del recurso vivo marino, sino también de los recursos minerales o no vivos que tenemos en un espacio diez veces mayor que el territorio continental del país.
En el 2019, ante la Asamblea Legislativa, el profesor Carlos Soares, de la Universidad de Curitiba, Brasil, hablaba de estos recursos con los que cuenta Costa Rica, aspecto que según Vargas y Gutiérrez, debería impulsarnos a conocer mejor ese patrimonio: “saber qué, dónde y cuánto se tiene, para poder analizar el potencial beneficio que estas riquezas minerales pueden brindarnos”.
Aunque algunos son conocidos desde la primer expedición oceanográfica global, la del Challenger en el siglo XIX, no fue sino a partir de finales de la década de los setentas que comenzaron a desempeñar un papel relevante con el descubrimiento de actividades volcánicas en los fondos marinos, asociadas con la tectónica de placas global. A partir de ese momento se entendió no sólo la dinámica de los fondos oceánicos y sus relaciones con la evolución de la corteza terrestre, sino también, que están llenos de recursos de relevancia para la Humanidad.
“Desde el punto de vista geomorfológico, el fondo oceánico se divide en diferentes ambientes: las plataformas continentales, las laderas continentales, las estribaciones o las elevaciones continentales (que se suman a las "márgenes continentales"), las llanuras abisales, los rangos meso-oceánicos, las trincheras o los pozos oceánicos, las colinas submarinas (elevaciones que alcanzan de 200 a 1.000 m sobre el lecho marino, principalmente de las llanuras abisales), las montañas submarinas (por encima de 1.000 m), y también los guyots y las islas oceánicas. En cada uno de estos compartimentos hay depósitos de recursos minerales”.
Algunos de los minerales de los cuales los investigadores destacan su existencia y valor económico son: el agua y las sales contenidas en ella que se pueden eliminar por medio de procesos industriales; placeres marinos que son acumulaciones sedimentarias que incluyen bienes metálicos o piedras preciosas; gránulos marinos que son minerales de menor densidad, formados por arenas y gravas; fosforita o fosfatos, que son fosfatos marinos vinculados con el ciclo del fósforo en la Tierra; gas natural que en las condiciones de presión y temperatura adecuadas, prevé la conversión de materia orgánica en hidrocarburos; evaporíticos, especialmente sales como la halita (NaCl), el yeso, sales distintas de magnesio, calcio y potasio, además de otros minerales como la calcita o la dolomita; así como sulfuros sólidos o polimetálicos, sedimentos metalíferos, nódulos de manganeso o nódulos polimetálicos, cortezas ricas en cobalto, y clatratos, hidratos de gas o hidratos de metano.
Para los investigadores la minería de un determinado recurso del lecho marino, depende de: a) cuán económica y tecnológicamente competitiva sea en comparación con los depósitos continentales; b) la disponibilidad de alternativas diferenciadas que contemplen las cualidades físicas y químicas requeridas por una apropiada industria mineral; c) La reutilización de relaves mineros, a menudo explotados por métodos obsoletos, que con tecnologías más modernas podrían reutilizarse; d) cambios estratégicos relacionados con los gobiernos de las naciones.
“En este contexto, debemos recordar que el planeta ha virado de la Economía verde a la azul, donde no solo se debe tomar en cuenta la sostenibilidad del ambiente, sino también la rentabilidad de las decisiones que se tomen, razón por la cual resulta conveniente considerar en modo integral los recursos con que se cuenta, y tomar en cuenta que hay “paradojas” que analizar y no desechar de antemano, como por ejemplo el que la Agencia Internacional de Energía nos haga ver que un vehículo eléctrico requiere 6 veces más insumos minerales que un vehículo movido por petróleo”, indicaron los expertos.
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