Costa Rica vive lo que se ha denominado como “apagón educativo” en el peor momento, pues nunca como hoy se generan oportunidades laborales intensivas en educación, que requieren altas dosis de habilidades, destrezas, actitudes y conocimientos que necesitan altos niveles de educación formal.
Hace algunas décadas era normal escuchar que para ganarse la vida no hacía falta estudiar, pero eso es cada vez más infrecuente porque es cada vez menos real, ya que los grandes avances científicos y tecnológicos requieren de personas trabajadoras calificadas a un nivel que es muy difícil conseguir sin una base educativa importante.
Incluso aunque no hubiera ocurrido la pandemia nuestro sistema educativo estaría en deuda, porque ya presentaba serias deficiencias desde antes de la llegada de la crisis sanitaria.
Pero además de lo anterior, es crucial tener claro que la educación no es solo para conseguir empleo, sino que sirve para el desarrollo integral de las diversas habilidades, conocimientos y actitudes de la persona, a lo que suele denominarse como un enfoque integral de la educación.
Gane quien gane las próximas elecciones nacionales, el próximo gobierno tendrá el enorme reto de no solo recuperar el terreno perdido y cerrar las grandes brechas en educación, sino también el de transformar nuestro anquilosado sistema educativo, lo cual requerirá de profundos cambios culturales y no solo administrativos, entre los cuales me parece que destacan los siguientes seis desafíos:
Equidad. Esto podría resumirse de acuerdo a la idea de dar a cada quien según su necesidad y pedir de cada quien según su capacidad. Este reto implica comprender que el rendimiento educativo no es solamente función del esfuerzo personal, sino también del conjunto de condiciones sociales, culturales y económicas en las que vive la persona estudiante. Dar acceso sin apoyo complementario a quien lo necesita no es una verdadera oportunidad.
Calidad. Entendida tanto a nivel estructural (condiciones contextuales óptimas en el centro educativo) y de proceso (interacciones pedagógicas positivas y facilitadoras). Nuestro sistema educativo público falla a ambos niveles y esto implica el reto de asumir un compromiso irrenunciable con la calidad, que comprenda que sin un esfuerzo mancomunado de toda la comunidad educativa, no será posible obtener resultados óptimos. Hoy debe entenderse que en el derecho a la educación no basta solamente con acceso, sino que se requiere de calidad en sentido completo.
Docentes. No hay buena educación sin buenos docentes, competentes y en condiciones que favorezcan el valor agregado educativo. Hoy la mayoría de las carreras de educación no están acreditadas y el ingreso a la carrera docente no hace pruebas de conocimientos ni habilidades. Tener título universitario de educación no garantiza que quien lo ostenta es un pedagogo y el país debe avanzar en esta acreditación y controles de selección.
Tecnología.
Comprendida como medio y no como fin, es decir, como una herramienta y no como un objetivo en sí mismo. Las buenas herramientas no sustituyen al buen operador de estas y junto al acceso a tecnología se debe trabajar el desarrollo de habilidades digitales, de modo que se avance en el aprovechamiento educativo de la tecnología.
Integralidad. No solo la lectoescritura y las matemáticas importan. No solo la conexión educación-empleo es importante. La educación integral debe partir de entender al ser humano en sentido amplio y multidimensional, valorando áreas cruciales (pero despreciadas por las visiones tecnocráticas) como las artes y la filosofía, que impulsan directamente la capacidad creativa e innovadora, así como la de pensar y analizar con profundidad. Se requiere también de formación ética y cívica entendida ya no desde el mero discurso deontológico, sino desde la práctica como ocurre con el modelo de Aprendizaje en Servicio Solidario, que desarrolla valores poniéndolos en ejercicio y reflexionando sobre ellos.
Evaluación. La evaluación es parte integral de todo proceso educativo y sin ella no se puede tener idea de cómo va el aprendizaje estudiantil; sin embargo, nuestra evaluación ha tendido más al control curricular memorístico que al desempeño de comprensión. Necesitamos una evaluación educativa centrada en la retroalimentación orientada a la mejora, donde más allá de una calificación, la persona estudiante obtenga información clara y detallada que le ayude a comprender sus errores y mejorar continuamente.
Es muy importante que, al momento de decidir nuestro accionar frente al proceso electoral, hagamos un examen crítico de las propuestas de las y los candidatos en todos los campos, pero de manera especial en el ámbito educativo por su impacto sistémico, con respecto al cual los anteriores seis desafíos pretenden ser un insumo para la reflexión de esta decisión.
Lecturas complementarias
Chaverri Chaves, P. (2021). La educación en la pandemia: Ampliando las brechas preexistentes. Actualidades Investigativas en Educación, 21(3).
https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/aie/article/view/46725
González-Alvarado, F., Acosta-Ballestero, I., Artavia-Aguilar, C., Calderón-Ramírez, G., Chaverri-Chaves, P., Cruz-Arroyo, E., Ramírez-González, A., Rodríguez-Pineda, M., & Solano-Alpízar, J. (2020). Hallazgos principales de la investigación “Balance crítico de las Pruebas Nacionales de Bachillerato en Educación Media como instrumento de certificación del conocimiento del estudiantado”.
https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/EDUCARE/article/view/11972
Chaverri Chaves, P., & Arguedas Ramírez, A. (2020). Políticas Públicas Basadas en Evidencia: una revisión del concepto y sus características. Revista ABRA,
https://www.revistas.una.ac.cr/index.php/abra/article/view/abra.40-60.2
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