De la mano con las comunidades costeras
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Silvia Rojas Herrera, académica Escuela Sociología y Programa Interdisciplinario Costero-Idespo-UNA

Desde la época fundacional de la Universidad Nacional (UNA), personas profesionales universitarias destacaron la importancia de atender el estudio de los ecosistemas marinos, en conjunto con las necesidades de la población ligadas al consumo de sus productos.

De esta forma, cuando se creó la Escuela de Biología, también se impulsó la apertura del Bachillerato en Biología marina y la Estación de Biología marina (1978). En esa época, los espacios de análisis giraban en torno a la importancia del Océano Pacífico y el mar Caribe sobre el territorio nacional, por lo que se formaron cuadros profesionales en procura de la atención de sus problemáticas aunado al desarrollo de investigaciones científicas marinas para incrementar su producción y garantizar su uso sostenible.

 

Durante la década de los ochenta, la UNA se vinculó más directamente con pescadores artesanales e instituciones estatales, tomándolos en cuenta en investigaciones aplicadas en campo, por lo que el liderazgo universitario, se fue materializando en una mayor incidencia durante la elaboración de política pública, reglamentos, protocolos, planes y programas sobre pesca, economía, gestión del riesgo, contaminantes, desarrollo local, etc.

En la década de los años noventa y posteriores, la UNA capacitó y formó a mucho más población insular y costera a lo largo de todo el país, así como a trabajadores de instituciones públicas y organismos no gubernamentales; fomentando la creación de diversas metodologías de acompañamiento social que estuvieron muy relacionadas con el impacto de la ratificación que hizo Costa Rica sobre la Declaración de Río (1992) y la Declaración de Acción de Beijín (1995), generando nuevos proyectos interdisciplinarios con perspectiva de género, intergeneracionales y desde un enfoque de derechos humanos.

Así por ejemplo, la relación fortalecida con organismos internacionales, instituciones del Estado y-o otros actores sociales, contribuyó a que se le delegara la administración de la Estación en Ciencias Marinas y Costeras (ECMAR) (1996) y la creación del Instituto Internacional de los Océanos (IOI) (1994) dedicado a capacitar en materia de gobernanza marina para la toma de decisiones.

En años posteriores, surgieron otras líneas de investigación e intervención, destacándose el estudio de metales e hidrocarburos en el agua y productos del mar; el monitoreo y estudio de corrientes de retorno y la seguridad humana en playas; estudios batimétricos del Golfo de Nicoya, creación de semillas para la acuicultura  y la maricultura, así como la creación de áreas marinas de pesca responsable.

En las siguientes dos décadas del siglo XXI, la UNA fomentó el desarrollo comunitario endógeno, acceso justo a los recursos de la naturaleza, como también modelos de reactivación económica sostenible en procura de un cambio del extractivismo pesquero a la producción sostenible, el saneamiento ambiental, el acceso a alimentos y el empoderamiento local. Destacándose la creación de redes y alianzas para una mejor intervención territorial, por ejemplo la Creación del Parque Marino del Pacífico (2000), la Maestría en ciencias marinas y costeras,  la creación de carreras itinerantes en distintas zonas costeras del país, la consolidación del Sistema nacional de monitoreos de tsunamis (SINAMOT), entre otros.

La identidad intergeneracional de la comunidad universitaria, con una vocación humanista ha logrado capitalizar los logros históricos de la investigación, extensión y docencia para comprender y enfrentar el fenómeno de la pobreza, exclusión territorial, vulnerabilidad socioambiental, entre otros.