Dicen “lucha”, “resiste” o “ámate”. Otras más elaboradas incluyen frases como “bordar contra todas las violencias patriarcales” o el “derecho de vivir en paz”.
Son enunciados con sentido, que nacen de la experiencia, del relato escuchado o de la sensibilidad misma de saber que la lucha en favor de la igualdad y el respeto debe manifestarse de diferentes formas.
Se trata de una técnica textil llamada arpillera. Sobre el lienzo de una tela, con aguja e hilo, se crean piezas bordadas de diferente uso como pañuelos, mantas o cobertores que incluyen un mensaje, generalmente vinculado con una lucha social.
Es un arte que tiene sus raíces en una antigua tradición folclórica de un grupo de bordadoras de isla Negra, en Chile. Esta técnica se fue expandiendo como una forma de denuncia social para protestar contra los abusos y atropellos durante la dictadura militar de Augusto Pinochet (1973-1990).
Hasta las aulas de la Universidad Nacional (UNA) llegó esta expresión artística por medio del Instituto de Estudios de la Mujer (IEM), de la Facultad de Filosofía y Letras. En una convocatoria abierta estudiantes, docentes y miembros de la comunidad, se dispusieron a aprender sobre la marcha, cómo plasmar un mensaje.
El pasado 1º de octubre, los bordados ocuparon pupitres bajo la guía y coordinación de Éricka Silva y Pamela Monasterio, de la organización Memorarte Arpilleras Urbanas.
Silva recordó que fue hace poco más de ocho años, luego de llevar un taller de arpilleras que se realizó en el Museo de la Memoria en Chile, cuando junto con su colega Monasterio, decidieron apoyar la enseñanza de la técnica. “Lo que más nos llena de alegría es conocer las experiencias de profesionales en diferentes áreas de ver cómo hacen un uso creativo para transferir sus expresiones personales, familiares, colectivas o comunitarias y que se utilice como mecanismo de denuncia y de promoción de la paz”, manifestó.
Paso a paso, los asistentes al taller fueron moldeando sus creaciones. Intercalaban la actividad con mensajes sobre los orígenes de esta actividad, que fue promovida incluso por la artista y compositora chilena Violeta Parra.
Diana Corrales es estudiante de tercer año de Sociología y del primer año de Género y Desarrollo. El hecho de aprender algo totalmente diferente a lo que de manera usual ve en clases, le llamó la atención. “En una lección anterior estuvimos analizando la época de la dictadura chilena, entonces una entiende lo que estas mujeres pasaron y el efecto de expresarse a través de este tipo de arte”, reflexionó.
Estadios
A lo largo de la experiencia que las ha llevado a enseñar la técnica, Ericka Silva guarda en su memoria las actividades que más han calado por su impacto y profundidad.
Ejemplo de ello fue cuando se conmemoraron los 50 años del golpe militar que propició el ascenso de Pinochet. Para ese momento, mujeres que fueron víctimas o sus familiares crearon una diversidad de piezas alusivas a ese acontecimiento y a la situación relacionada con los derechos humanos que se vieron vulnerados.
Asimismo, tiene muy presente la experiencia de compartir esta labor con mujeres privadas de libertad, quienes encontraron en este método una forma de contar sus propias historias de vida. “Pero una de las actividades más relevantes es la de ir a las calles con nuestros lienzos, es conmovedor mostrarlos y, más aún, recibir la solidaridad y el cariño de la gente que se identifica con estas causas”, manifestó.
Para que la labor artística se complemente con la misión social de la faena, a lo que le denominan “artivismo”, es importante avanzar en los siguientes estadios, según explicaron Éricka y Pamela durante el taller:
1. Que la persona pueda bordar y hacer su pieza sola.
2. Luego, bordar acompañada de otra persona, de manera que puedan hablar y compartir historias.
3. Elaborar una sola pieza de manera colectiva, lo que implica coordinación, planificación del tiempo y del espacio.
4. La pieza elaborada debe mostrarse en la calle, en una manifestación pública.
5. Hacer una divulgación desde redes sociales u otras plataformas, para proyectar su mensaje a otras audiencias.
6. “Blindarlo académicamente”, como lo indicó Ericka Silva, de manera que desde las universidades se pueda aportar a otro tipo de iniciativas.
7. Que pueda tener la capacidad de transformar y generar influencia social, hasta el punto de que se generen políticas públicas.
Para Fannella Giusti, directora del IEM, este tipo de iniciativas “son importantes porque nuestra misión es contribuir en las transformaciones sociales a través de técnicas como las que nos comparten las profesoras pasantes. Esta mezcla entre arte y activismo es una forma de influir en la sociedad y es una herramienta que puede ser aprovechada desde la investigación, la extensión y la docencia”.
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