El estudio de los sismos inició en la antigua China; escritos de hace 3,000 años describen el impacto de estos fenómenos. El primer terremoto del que se tiene registro sucedió en el año 1177 a. C en China. Esta cultura dejó un catálogo de terremotos que enumera varias docenas de estos fenómenos en los siglos siguientes. Más tarde, los griegos y los romanos describieron la destrucción de pueblos y ciudades debido a estos fenómenos.
En la antigüedad se dio una explicación mítica, atribuida al castigo, a la ira divina o a las criaturas que vivían en el interior de la Tierra. La cultura japonesa, por ejemplo, consideraba que el Namazu o bagre gigante hacía temblar el suelo con el movimiento de su cola. Los aztecas creían que la vida humana se extinguía periódicamente a causa de diferentes calamidades; a cada era o ciclo le denominaron “Sol”, el quinto de estos ciclos o nahui ollin debería terminar con un terremoto.
Las tribus chibchas de la zona de Colombia le temían a la ira del dios Chibchacum, quien sacudía la Tierra al patear el suelo, mientras que las culturas centroamericanas creían que la sobrepoblación era reducida por cuatro dioses que sujetaban la Tierra y la sacudían para equilibrar la población. Los mayas, por su parte, mencionaban en sus textos algunos terremotos y años más tarde, los cronistas de indias detallaban eventos de este tipo que afectaron al continente americano.
El primer dispositivo creado exclusivamente para el monitoreo de los sismos fue diseñado en el año 132 d.C. por el inventor chino Zhang Heng, quien elaboró un aparato rudimentario que percibía los movimientos del suelo provocados por los sismos y la dirección en que se habían producido. Sin embargo, el estudio de estos fenómenos no tuvo mayor trascendencia hasta la década de 1750 cuando Inglaterra sufrió cinco terremotos fuertes; luego varios sismos causaron graves daños en la ciudad y el puerto de Lisboa, Portugal, estos a su vez provocaron un tsunami con olas que superaron los 20 metros y afectó Lisboa y Cádiz, España.
A partir de entonces, se brinda especial interés en el estudio de los sismos; una de las nuevas medidas fue el registro de sismos conforme fechas y lugares de ocurrencia y los efectos físicos de los terremotos. El terremoto que mató a más de 35 mil personas en Calabria, Italia, en el año 1783 incrementó el interés por estudiar científicamente los sismos.
A principios de 1800, un grupo de investigadores postuló la teoría de la propagación de ondas elásticas en materiales sólidos, clasificando las Ondas de Cuerpo en Primarias (p) y Secundarias (S), y las Ondas Superficiales. En 1842, el científico escocés James David Forbes presentó un sismógrafo con un péndulo y un punzón que grababa las vibraciones en un rollo de papel. Trece años después, Robert Mallet definía criterios básicos para el estudio de la sismología a partir de observaciones de los daños causados por un sismo en la ciudad de Nápoles. En años posteriores, se realizaban experimentos y modelos matemáticos sobre ondas elásticas y la posible causa de los terremotos.
El vulcanólogo Giuseppe Mercalli presentó en 1883 una lista de más de 5,000 terremotos ocurridos solo en Italia desde 1450 a.C. hasta el año 1881 d.C. En 1906 Jean Baptiste Bernard enlistó 171,434 eventos sísmicos, un trabajo investigativo en el que invirtió 21 años. A principios del siglo XX, los geólogos comenzaron a observar patrones en la distribución de terremotos y volcanes, lo cual llevó al desarrollo de la teoría de las placas tectónicas. En 1906, Boros Galitzin construyó un sismógrafo electromagnético que producía una señal eléctrica que se transfería a un sistema de registro. En 1912 la teoría de la deriva continental propuesta por Alfred Wegener ayudó a comprender la distribución y dinámica de las placas.
Charles F. Richter desarrolló en 1935 una escala que permitió cuantificar la magnitud de un terremoto con precisión, posteriormente, se crearon otras escalas basadas en la Magnitud de Momento. Con el descubrimiento del núcleo interno sólido de la Tierra en 1936, por la sismóloga de origen danés, Inge Lehmann, la sismología tuvo un avance importante porque se identificó con mayor precisión la fuente de los sismos, los procesos dinámicos que suceden en la Tierra y el registro de las ondas en su interior.
En la actualidad existen redes sismológicas de monitoreo de la actividad sísmica global en tiempo real. La tecnología ha mejorado la precisión en el análisis de los movimientos de las placas tectónicas, la simulación y modelado de terremotos y ondas sísmicas. Estas herramientas son fundamentales para el diseño de estructuras sismorresistentes, sistemas de alerta temprana y respuesta, monitoreo, mitigación y reducción del riesgo de desastres por fenómenos sísmicos. La Inteligencia Artificial se ha incorporado para crear modelos y analizar grandes cantidades de datos y definir patrones en zonas de riesgo para la predicción de los sismos; las tecnologías satelitales, por ejemplo, ayudan a monitorear movimientos en la corteza y el mapeo de fallas.
Antes del terremoto de 1972 los reportes de sismos en nuestro país procedían de periódicos, libros y revistas, en ellos se enfatizaba solamente en los testimonios de las personas afectadas y en los efectos reflejados en edificios y otras estructuras. Los registros de este evento procedían de estaciones procedentes de otros países, sismógrafos ubicados en volcanes y acelerómetros instalados en algunos edificios; sin embargo, no arrojaron información precisa sobre el terremoto.
En 1975, se trabajó en la instalación de 16 estaciones sísmicas con tecnología avanzada en el Pacífico de Nicaragua, constituyendo la primera red del país. A partir de entonces el INETER comenzó a elaborar un boletín anual y se avanzó en el mapeo de sismos, la identificación de áreas de mayor actividad y la compilación de registros de datos sísmicos para el monitoreo. Luego de altibajos en los años 90 y con apoyo de países hermanos se logró reinstalar la red sísmica instalando equipo computarizado y estaciones en distintas zonas del país, de forma que para el año 2001 ya se contaba con 57 estaciones, 12 de las cuales se instalaron cercanas a los volcanes.
En la actualidad, la red nacional es la más grande de América Central y forma parte de la red mundial de estaciones sísmicas de alta precisión y sirve de apoyo para la alerta temprana ante tsunami. Este sistema de monitoreo permite a los nicaragüenses estar informados sobre la ocurrencia de sismos porque el comunicado es emitido segundos después del evento, incluyendo datos de localización, hipocentro, profundidad y magnitud. Aunque es difícil predecir cuándo sucederá un sismo, esta red también aporta al monitoreo volcánico con lo cual facilita la gestión del riesgo ante terremotos, tsunamis y erupciones volcánicas.
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