Mediante una encuesta pudieron evaluarse los cambios en la salud mental de quienes atienden casos de la enfermedad COVID-19.
Entre julio y septiembre de 2020 se realizó la primera medición del “Estudio HÉROES COVID-19” (conocido como “The COVID-19 Health Care Workers (HEROES)”) en Guatemala. Es un esfuerzo multinacional en el que participan universidades, centros de investigación e investigadores de más de 30 países, incluida la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala.
El primer informe de Guatemala, publicado en abril de 2021, describe el comportamiento y los desafíos que experimentan los trabajadores de salud en diferentes entornos durante las primeras fases de la pandemia. Está constituido por un tamizaje preliminar cuyo objetivo es examinar los problemas de salud mental, conductuales y sociales en el personal de salud.
Uno de los primeros síntomas evidenciados ha sido el agotamiento emocional, ocasionado por observar constantemente el dolor y sufrimiento de las personas, ya que a diario presencian la muerte de pacientes, incluso de colegas.
La afectación mental tiende a ser silenciosa, pero provoca un enorme impacto en la calidad de vida, explicó el epidemiólogo Dorian Ramírez Flores, coordinador del Centro de Investigaciones de las Ciencias de la Salud, de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala, quien forma parte del equipo que efectuó la muestra y explica los resultados.
Estudio de tamizaje
Sobre Guatemala, se informa que, de 1800 personas que ingresaron a la primera encuesta en línea, 1522 respondieron el cuestionario completo, o sea el 84.5 %. La población a la que estuvieron dirigidas las preguntas incluye a personal de la medicina, enfermería, odontología, química y farmacia, psicología, nutrición, trabajo social y otros, así como personal administrativo y de intendencia que laboran en hospitales y centros de atención de los sectores público y privado.
Se observó que la participación femenina fue mayoritaria, con un 67 %, y un 33 % de hombres. Un 30 % presentó síntomas de depresión leve y, aproximadamente, un 23 %, depresión moderada-grave.
El 59.34 % mostró algún tipo de malestar psicológico, en su orden, prevalecieron médicos, enfermeras y personal administrativo, seguidos por odontólogos, nutricionistas y trabajadores sociales.
El rango de edades analizado fue de 18 a más de 60 años. Quienes tuvieron mayor número de participantes pertenecen al grupo de 18 a 49 años.
“El malestar psicológico y la depresión fueron más comunes en adultos menores de 34 años, entre los que están médicos, personas con licenciaturas o estudios de posgrado y trabajadores del sector público. Factores como el contacto con pacientes con la enfermedad COVID-19, insuficiente equipo de protección personal y temor a infectarse podrían estar asociados al malestar psicológico y la depresión”, explicó. Sin embargo, habrá que analizar los resultados de las mediciones de seguimiento para confirmarlo.
El instrumento de análisis aplicado (Cuestionario PHQ-9) permite evaluar la presencia de depresión y su nivel de intensidad. El porcentaje encontrado de depresión moderada a grave fue de 23.21, en edades de 18 a 34 años, con énfasis en el área metropolitana. En médicos, personal administrativo y enfermeras es en quienes predomina este problema.
“Que el 23 % del personal presente síntomas de depresión grave-moderada, es preocupante, ya que el bienestar mental es parte integral de la salud de todas las personas. No es normal que, de la población encuestada, casi la cuarta parte tenga síntomas de depresión. Creo que estos datos preliminares indican que se debe hacer algo para proteger y apoyar a este grupo de trabajadores”, afirma Ramírez.
Al preguntar si están tomando algún tipo de medicamento para la salud mental, el 93 % respondió que no y más del 65 % teme contagiarse, lo cual provoca que la ansiedad se eleve.
La salud mental ha sido estigmatizada y desvalorizada por muchas sociedades; sin embargo, es un derecho y debe atenderse. “Cuando el bienestar no es el óptimo, el desempeño y la calidad de lo que se realiza se ven afectados, y esto no corresponde solo al área de salud, sino a todas”, explica.
Ramírez enfatiza que los hallazgos preliminares demuestran la imperante necesidad de continuar la evaluación de quienes participaron en la primera medición, para confirmar o refutar la hipótesis de que el problema irá aumentando.
“En un par de meses concluirá la medición de seguimiento que nos permitirá hacer un análisis comparativo desde abril de 2020”, indicó. Con esto se podrán conocer las condiciones del personal después de un año. El profesional opina que el deterioro de la salud mental se convierte en un problema de elevada magnitud para quienes atienden los casos de la enfermedad COVID-19 en Guatemala.
Conclusiones del tamizaje
La mayoría de los síntomas reportados son leves y podrían ser abordados con programas locales o comunitarios para reducir el estrés, la ansiedad y el miedo.
Es importante informar a los trabajadores de salud que es normal sentirse afectado emocionalmente ante una crisis como la actual, y que hablar de estos sentimientos es parte de la terapia que les puede ayudar a afrontar situaciones de emergencia como esta.
Los trabajadores con síntomas graves pueden requerir servicios especializados u hospitalización.
Profesionales de varios países
El equipo de investigación cuenta con la intervención de profesionales guatemaltecos, así como de Chile y Estados Unidos. En el estudio participa la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad de San Carlos de Guatemala, investigadores de la Universidad de Harvard, Boston; Universidad de Columbia, Nueva York; Universidad de Tulane, Nueva Orleans; y la Universidad de Pensilvania, Filadelfia.
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