Su nombre completo es Rafael Loáiciga Chavarría, pero en el Centro de Investigación en Estructuras Microscópicas (CIEMic), de la Universidad de Costa Rica (UCR), le dicen “Rafa” o “Rafita”. El cariño, sin duda, se lo ha ganado y el respeto profesional también.
“Rafa” es el ingeniero en electromedicina del CIEMic-UCR encargado de dar mantenimiento y corrección a los microscopios electrónicos de alta resolución. En este campo, él es de los pocos profesionales en el país que desafió lo improbable para conquistar un sueño el cual, según recuerda, a sus 17 años jamás pensó como algo posible.
“La parte económica era muy difícil, casi que raspando la olla, pero mis papás siempre me dijeron que no me preocupara porque haríamos de ‘tripa chorizo’. Recuerdo que carajillo tenía que estirar el dinero que mi papá me daba y solo, cuando los tiempos eran muy buenos, se podía comer algo de carne”, relató.
Oriundo de Liberia, Guanacaste, y de un hogar con pocos recursos económicos, Rafael cuenta que nunca imaginó que llegaría a graduarse como ingeniero electromédico, trabajar para la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) en 1987 y, tres años después, iniciar una carrera profesional en la Universidad de Costa Rica (UCR) que, como él mismo indica, “fue un paso enorme que le cambió la vida”.
Afortunadamente, ese cambio de vida que inició en 1990, en la Unidad de Microscopía Electrónica (UME) de la UCR —hoy convertida en el CIEMic-UCR—, no solo lo transformaría a él, sino también a la ciencia de todo un país.
A partir de su llegada, Costa Rica empezaría a concretar el inicio de importantes avances científicos que antes eran impensables o, mejor dicho, invisibles.
Solo mediante la microscopía electrónica se logra ver las estructuras a nivel nanométrico (mil veces más pequeña que una célula), algo que ni el ojo humano ni un microscopio óptico convencional es capaz de captar.
Para tener una idea, imagine hipotéticamente el largo de una cancha de fútbol. En esa extensa longitud, un nanómetro sería como una canica, es decir, una medida increíblemente pequeña.
“Ser UCR ha sido algo sumamente satisfactorio y, lo más satisfactorio, es tener la oportunidad de ayudar, de hacer algo bueno por las otras personas. Justamente, por eso también me gusta enseñar. Enseñar es una posibilidad de transmitir el conocimiento para que alguien aprenda y se desenvuelva”, comentó Rafael.
Hoy, gracias a “Rafa” Costa Rica destaca por gozar de logros invaluables, como lo son el análisis de biopsias para la detección de cáncer, la mejora en el desarrollo de microchips para la industria, la identificación de nuevas especies marinas que pueden intoxicar al ser humano y hasta las ayudas al Instituto Costarricense de Electricidad (ICE) para esté seguro de tener un cemento de alta calidad en sus represas.
Por supuesto, no se puede dejar de lado la colaboración en la restauración de las obras artísticas del Teatro Nacional, con un valor histórico y monetario incalculable.
El talento de este guanacasteco se ve todos los días en su dominio excepcional para ensamblar y desensamblar de manera milimétrica cualquier microscopio electrónico. Incluso, él es el único costarricense certificado tanto por Japón como por la Zeiss Academy. Sus diplomas así lo constatan.
Para Maribelle Vargas Montero, compañera de Rafael, si este ingeniero no estuviera en la UCR, gran parte de los invaluables hallazgos científicos que se han realizado en el Ciemic-UCR en los últimos 30 años jamás hubiesen sido posibles. ¿Uno de los más memorables? La contribución en la caracterización microscópica de las piezas arqueológicas de los primeros pobladores del país.
“Yo aprendí microscopía electrónica con Rafa. Él ha sido un pilar para el CIEMic-UCR y su don de gente es lo que más lo caracteriza. Nunca he recibido una mala mirada o un gesto grosero de él. Siempre ha sido una persona abierta, humilde, amable y dispuesta a enseñar”, expresó Maribelle.
Hoy, Rafael tiene 60 años de edad y 34 de laborar de manera ininterrumpida en el CIEMic-UCR, un centro pionero que se enfoca en la investigación de materiales biológicos y no biológicos mediante la microscopía de alta resolución (óptica y electrónica).
Por eso, a este hombre de ingenio, que conquistó las miradas microscópicas e integra un selecto grupo de profesionales electromédicos del país, no se le podía dejar ir tan fácilmente.
Con una gran apertura, y la calidez típica de las personas guanacastecas, Rafael contó su historia, sus retos y cómo la microscopía electrónica ha sido vital para un país en vías de desarrollo como Costa Rica que, mediante la ciencia, trabaja cada día por mejorar el bienestar y progreso de toda una nación.
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