Hace 50 años, un microscopio electrónico cambió para siempre cómo Costa Rica vería la ciencia

Todo comenzó en 1971. Costa Rica aspiraba contar con herramientas tecnológicas de vanguardia para estudiar los parásitos causantes de enfermedades humanas.

El asombroso descubrimiento del Angiostrongylus costaricensis realizado en 1952 por el Dr. Pedro Morera y el Dr. Rodolfo Céspedes —un parásito ocasionante de severas infecciones intestinales y hasta la muerte— fue el gran motivador para que Costa Rica soñara con tener una nueva herramienta capaz de ver aquello que el ojo humano, a simple vista, jamás lograría reconocer.

Ese compromiso con la investigación biomédica pronto se tradujo en una misión diplomática con grandes y favorables resultados a favor de Costa Rica y, por supuesto, de la salud nacional.

El Dr. Manuel Aguilar Bonilla, vicepresidente de la República de Costa Rica durante el periodo de 1970 a 1974, así como el Dr. Rodrigo Gutiérrez Sáez, exdecano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Costa Rica (UCR), no lo pensaron dos veces.

Ambos tomaron en sus manos la enorme tarea de gestionar la llegada del primer microscopio electrónico al país y enviaron múltiples cartas a varios países para solicitar apoyo. Las respuestas no fueron las esperadas. Los costarricenses recibieron varias negativas hasta que un día lo inesperado pasó: Japón le respondió a Costa Rica con un sí.

Así, con la ayuda del gobierno de Japón, especialmente, la Agencia de Cooperación Técnica de Ultramar (OCTA), y hoy conocida como la Agencia Japonesa para la Cooperación Internacional (JICA), se logró consolidar la llegada del primer microscopio electrónico a Costa Rica en 1974. El apoyo de Japón fue trascendental.

El 28 de octubre de 1973, el Dr. Konosuke Fukai, jefe del Departamento de Medicina Preventiva del Instituto de Investigación en Enfermedades Microbianas —de la Universidad de Osaka (Japón)— propuso no solo donar el primer microscopio electrónico a Costa Rica, sino también brindar un programa de intercambio científico en ciencias biológicas para que las y los científicos costarricenses le sacaran el máximo provecho al equipo que tendrían.

En noviembre de 1973, el sueño, finalmente, se convirtió en realidad. En ese momento se creó la Unidad de Microscopía Electrónica (UME) en la Facultad de Medicina de la UCR y, en 1974, el Dr. Hiroshi Akahori instaló el primer microscopio electrónico que tendría Costa Rica: el HITACHI ME HU 12A.

En ese día sucedió el mayor hito científico que para ese entonces había vivido Costa Rica. Las y los investigadores ticos lograron observar, por primera vez, aquello que parecía imposible, incluso, a niveles micrométricos —tan pequeño como una bacteria—. El nivel de escala minúscula era extraordinario y mucho más detallado de lo que los microscopios ópticos tradicionales podían revelar.

A partir de entonces se fortaleció lo que hoy todavía es una hermosa unión entre ambos países, Japón y Costa Rica que, más allá de un intercambio de conocimientos, constituyó una sinfonía de innovación y esperanza.

“Se inició una relación de cooperación exitosa con expertos japoneses, quienes visitaban Costa Rica anualmente para instruir a las y los costarricenses en las técnicas básicas de microscopía electrónica. Esto fue posible durante 23 años, de 1974 a 1997. La primera donación, gracias a JICA, representó mucho más que una herramienta científica: simbolizó la entrada de Costa Rica al campo de la microscopía avanzada”, rememoró el M.Sc. Jesús Alexander Rodríguez Arrieta, actual director del CIEMIc-UCR.

El Sr. Satoshi YOSHIDA, representante de JICA en Costa Rica, recordó con mucho cariño un panorama similar. Según expresó, en 1973 se envió la primera misión preparativa de Japón a Costa Rica, precisamente dirigida por el profesor Dr. Konosuke Fukai, en compañía del Dr. Hiroshi Akahori.

Cuando ellos llegaron al país para instalar el microscopio electrónico el 4 de junio de 1973, recordó el Sr. Satoshi con base en el informe de la época, el edificio de la UCR no tenía techo ni ventanilla, solo contaba con las paredes. Tampoco se había avanzado en la distribución de cable eléctrico ni en los tubos de desagüe.

“El encargado de la cooperación japonesa dijo que se necesitaban dos meses para terminar. Sin embargo, ya para esa fecha habrían salido de Costa Rica. Me imagino la gran preocupación de los japoneses. Sin embargo, gracias a la ayuda de la Embajada de Japón y del gobierno de Costa Rica —y de las personas que trabajaron para la construcción— se pudo terminar el proyecto en diez días trabajando día y noche”, contó el Sr. Satoshi YOSHIDA.

En efecto. En diez días Costa Rica vio, por primera vez, cómo la mirada de la ciencia cambiaría radicalmente. El anhelo, por fin, se materializó.

Grupo de Costa Rica y Japón

“En estos 50 años, rendimos un merecido homenaje a todas las personas que han contribuido a esta historia de éxito. Desde los pioneros que imaginaron un futuro en la ciencia tuviera un papel central en la sociedad, hasta las y los investigadores y personal administrativo actuales, quienes trabajamos para continuar este legado”.

M.Sc. Jesús Alexander Rodríguez Arrieta, director del CIEMIc-UCR.

En la foto se encuentra miembros de Japón y Costa Rica.

 

Una mirada al mundo microscópico

Imagen de fibra

En la imagen podemos ver una fibra a nivel microscópico. Foto cortesía del CIEMic-UCR.

Transformación

Lo sorprendente pasó. La llegada del HITACHI ME HU 12A era tan solo el comienzo de innumerables investigaciones en campos que fueron más allá de la salud.

En los siguientes 20 años se logró describir, representar, evaluar y conocer sobre los mecanismos de enfermedades en plantas y animales, así como detallar el mundo microscópico que nos rodea.

“Aquel microscopio permitió explorar la ultraestructura de virus, bacterias y tejidos en plantas y animales. Pronto los resultados comenzaron a publicarse en revistas científicas internacionales, destacando a Costa Rica como un país comprometido con la ciencia de calidad. Las investigaciones pioneras que se completaban en la UME-UCR no solo ampliaron el conocimiento científico, sino que también ayudaron a aportar soluciones prácticas a problemas regionales​”, expresó el M.Sc. Rodríguez.

Precisamente. Cada virus, bacteria y tejido de planta o animal analizado se traducía en conocimiento y en aportes invaluables para la salud nacional.

La microscopía electrónica permitió identificar con exactitud la estructura y la composición de microorganismos patógenos. Esto es vital para diagnosticar enfermedades infecciosas de manera oportuna, mejorar las tasas de éxito de los tratamientos y reducir la propagación de brotes.

De igual manera, facilitó la detección de mutaciones en microorganismos, la aparición de nuevas cepas y el diseño de mejores tratamientos al entender la morfología y el comportamiento de virus y bacterias.

“Se trata no solo de 50 años de pionerismo y experiencia acumulada de microscopía electrónica en Costa Rica, sino también de 24 años de colaboración directa con la Agencia de Cooperación Internacional de Japón y con el CEMic-UCR. Han sido 50 años de colaboración ininterrumpida con la Universidad de Costa Rica. Esto da cuenta, sin lugar a dudas, del valor de la diplomacia cultural, así como de los lazos de amistad y de buena voluntad entre Costa Rica y Japón”, expresó la Dra. Diana Senior Angulo, jefa de la Oficina de Asuntos Internacionales y Cooperación Externa de la UCR.

Imagen del Sr. Satoshi YOSHIDA

“Solo tengo seis meses de estar en Costa Rica, pero siento la misma simpatía que describieron los primeros japoneses de la misión que llegaron a este país. Estoy muy alegre de que esa simpatía no haya cambiado desde hace 50 años. La celebración de 50 años de CIEMic-UCR es una prueba de esa simpatía y amistad. Espero que JICA siga contribuyendo al desarrollo socioeconómico del país, al establecer ese lazo de las personas entre Costa Rica y Japón”.