Frente al gran reto que tiene la humanidad de restaurar los ecosistemas en este decenio, la Unidad de Gestión Ambiental, el Programa de Voluntariado de la Universidad de Costa Rica (UCR) y productores de semillas de diferentes partes del país han puesto manos a la obra para producir miles de árboles de especies nativas que están repoblando sedes y recintos universitarios y corredores biológicos en Costa Rica.
Esta ardua labor se lleva a cabo desde el 2019 en el vivero institucional, ubicado en la Finca Experimental de Santa Ana (FESA), administrado por la Unidad de Gestión Ambiental (UGA), un espacio de alrededor de 29.000 metros cuadrados, donde en el 2021 se produjeron 4.500 árboles y se proyecta llegar este año a la cifra de 5.000 árboles.
Este proyecto inició durante la pandemia con dos personas que ya trabajaban para la finca, personal de la UGA y estudiantes del Programa de Voluntariado quienes encontraron en este lugar una oportunidad para ayudar a restaurar la Madre Tierra. Lea también: Cuando el voluntariado también salva a los voluntarios.
En el 2020 se obtuvieron los primeros árboles que fueron entregados a la Ciudad Universitaria Rodrigo Facio y a los Corredores biológicos del Río Torres, el del María Aguilar y el de la cuenca del Río Ciruelas. También se hizo una pequeña arborización en la Estación Alfredo Volio y se colaboró con diferentes sedes como la del Atlántico y la de Occidente, así como en los recintos de Paraíso y Grecia.
El vivero de la FESA tuvo al principio un énfasis agrícola, luego de conservación y posteriormente más bien tuvo un concepto comercial en la venta de plantas. Fue entre el 2018 y el 2019 cuando la Unidad de Gestión Ambiental retomó la actividad del vivero, pero con un concepto muy diferente al comercial, con un énfasis en investigación y desarrollo de especies nativas y poco conocidas o comercializadas en el país.
Héctor Espinoza Villalobos, regente forestal de la UCR y coordinador del vivero institucional explicó que el objetivo del vivero es dar una solución a las necesidades de compensación y reforestación de la Universidad, pero también ha abierto la oportunidad de desarrollar investigación con especies poco conocidas en el país y colaborar con asesoría a distintas fincas semilleras y a organizaciones nacionales.
Para el regente es importante tomar en cuenta las condiciones bioclimáticas, la parte altitudinal y la composición de los suelos a la hora de seleccionar las especies que se trabajan.“Ese desarrollo de especies tiene que ver con una cuestión no solo de conocimiento técnico, también los productores y la gente que está en las fincas aporta su conocimiento en cuanto a especies, por ejemplo, cuáles atraen mariposas, cuáles atraen abejas, cuáles dan comida para algunas especies”, expresó Espinoza.
Modelo sostenible
En los últimos años en la Finca se han realizado mejoras para que sus actividades sean sostenibles. Se construyó un sistema de riego con bombas, que permite tomar el agua de un pozo y optimizar el uso de este valioso recurso, se mejoraron las conexiones eléctricas y se ha cambiado todo lo relacionado con la fertilización, procurando que sea cada vez más orgánica y no tanto química. Además, con apoyo financiero de la Vicerrectoría de Administración (VRA), en 2019 se logró contar con un nuevo invernadero que tiene un tamaño de ocho metros por 35 metros.
Otro de los aspectos a destacar es que en el vivero se está valorizando mucha de la materia orgánica que produce la misma finca. Por ejemplo, las ramas y hojas secas se utilizan en la elaboración de compost, el cual se le agrega al sustrato de los árboles.
Red de fincas semilleras
El vivero trabaja de la mano con una Red de fincas semilleras que proporcionan semillas de diferentes especies, principalmente especies de altura, que se desarrollan a más de 1.400 metros sobre el nivel del mar. Actualmente, la red está constituida por una finca en Heredia, otra en Palmichal de Acosta, dos en la zona de Los Santos y otra en Siberia, de Pérez Zeledón, cuya relación ha generado muy buenos resultados.
“Con ellos llegamos a un proyecto de trabajo en que ellos nos facilitan fincas para colecta de semilla, nos apoyan con personas que conocen las zonas donde se encuentran los árboles semilleros de interés y nosotros les brindamos apoyo técnico para sus fincas”, comentó Espinoza. De este modo, se obtienen semillas de especies poco comunes para llevarlas al vivero y desarrollarlas.
Así se ha logrado producir, por ejemplo, una especie de palma nativa del trópico americano que está en peligro de extinción en el país, cuyo nombre científico es la Prestoea acuminata. Esta especie se ha logrado rescatar de la zona de Los Santos de donde se adquririó una plántula. Asimismo, se está trabajando con árboles de altura como los de la familia Fagaceae: robles encinos y el Lloró, que tiene una flor muy llamativa.
También se está produciendo una especie que fue facilitada en Palmichal de Acosta, la cual no había sido reportada para el país y que también está en peligro de extinción y es el árbol de bálsamo conocido como Myroxylon peruiferum, el cual solo estaba identificado para Perú y algunas zonas cercanas al Amazonas.
Hacia el futuro se prevé ampliar la producción de árboles, pasando de 4.500 en el 2021 a alrededor de 5.000 para el presente año, así como ampliar la Red de fincas semilleras, continuar brindando asesoría y colaborar con otras unidades de la Institución, así como otras instituciones que también tienen interés en desarrollar viveros con especies no tan comerciales y continuar trabajando con la colaboración de estudiantes.
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