Hace dos años conocimos a la familia de Karla Chaves Sancho, quien es instructora de LESCO en el Programa Regional de Recursos en Sordera, de la Universidad de Costa Rica, Progreso. Karla participaba en una actividad organizada por la universidad y miembros de la comunidad sorda del país, y le acompañaban su esposo, su hija y su hijo.
Pero esta familia resultó realmente singular dentro de dicha actividad. Karla es persona sorda de nacimiento, su esposo Rolando Jiménez Phillips tiene una pérdida de audición en ambos oídos (hipoacusia bilateral severa) su hija Karla (10 años) es persona oyente, y su hijo mayor Samuel (18 años) es una persona con Síndrome de Down. Y todos logran comunicarse y llevar adelante su día a día apoyados en la lengua de señas.
Hoy, que se celebra el Día Nacional de la Lengua de Señas Costarricense, traemos a este espacio a esta familia poco convencional e inspiradora si hablamos de respeto, inclusión, solidaridad y compromiso. Conozcamos un poco de su historia:
Karla nació en la ciudad de Quepos. Su familia se trasladó a San José cuando ella era muy joven, para que estudiara en una escuela para niños sordos, la histórica escuela Fernando Centeno Guell, en Guadalupe. Nos relata que fue un cambio muy fuerte para ella, pues en Quepos a ella se le enseñó a oralizar un poco, por palabras o conceptos, no por oraciones completas. “Llegué a la escuela para sordos algo tarde y debía empezar nuevos espacios para socializar con nuevas personas y compañeros. En esta escuela, en aquellos tiempos, se comunicaban por gestos, por ademanes; no con una lengua de señas para personas sordas.”
En esos primeros pasos por la nueva escuela pudo formar un pequeño grupo de tres compañeros. Uno de ellos tuvo la disposición y paciencia para ayudarles a tomar apuntes en las clases, pues todos los maestros eran oyentes y oralizaban todos los contenidos. Así fue desde primaria hasta graduarse del colegio.
Karla intentó ingresar a la universidad, pero tenía grandes limitaciones con la lectoescritura habitual propia de personas oyentes. Entonces, a los 19 años ingresó en un proyecto llamado Costa Rica/USA para formarse como Técnico en lengua de señas. En este curso un colega le ofreció una plaza vacante en el Ministerio de Educación (MEP) en un centro educativo en Guadalupe. “Me asusté mucho, no sabía cómo iba a adaptarme a esa escuela. Empecé el trabajo con niños con autismo, y niños con problemas conductuales. Yo era la única persona sorda y vi que me identificaba con otras personas con necesidades particulares. También mi convivencia con mi hijo Samuel, que es un chico con Síndrome de Down, me fomentó adquirir experiencias sobre cómo tratar con calma a niños con problemas de aprendizaje, de conducta o con problemas físicos. Me enamoré de mi trabajo con estos niños que tenían condiciones particulares.”
Karla trabaja también en la UCR en la sede de San Pedro de Montes de Oca y en San José en el MEP, en el Servicio de Apoyo de Educación Especial de Problemas de conducta, Autismo, y otros. En su trabajo en centros educativos ha tenido que enfrentar situaciones en que sus colegas oyentes oralizan muy rápido o la institución no ha incluido un intérprete entre su personal, y esto la limita a la hora de participar o incluirse en reuniones y actividades. Por lo cual se ha centrado en hacer solo su trabajo.” Me he sentido discriminada, a veces terminaba llorando pues los otros profesores no me entendían.”
Karla comenta que aún hoy conseguir oportunidades laborales es muy complicado para una persona sorda. Rolando, su esposo agrega que “ También es algo que está en la mente de la persona oyente y de la persona sorda . La persona sorda debe luchar , estudiar, prepararse y no esperar a que le den un empleo de oficina. Y la persona oyente no entiende, no considera que la persona sorda tiene un nivel de lenguaje escrito y su nivel de comprensión más lentos. Entonces, no le tienen paciencia a las personas sordas que requieren reforzar su nivel de atención que es más despacio.
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